Señor director:
Nadie puede negar que la situación económica-financiera del país es preocupante. No hay dinero circulante, las cosas cada vez están más caras y cada vez se hace más difícil sostener un negocio o mantener a los empleados, más allá de la buena predisposición que se ponga al momento de trabajar o realizar sus habituales actividades. Pero todo esto no habilita a que tengamos que vivir con la ley de la selva en materia de precios. Mientras que desde la Nación se asegura que la inflación este año no superará el 30 por ciento, no puede ser que haya productos que ya han aumentado el 40 o 50 por ciento.
Creo que detrás de todo esto hay algo extraño. Ya sé que algunos me dirán que los valores que se dan desde la Nación no son reales y no se ajustan a la realidad, pero tampoco debemos ser alarmistas y crear mayor conmoción de la que existe. Es sabido que la economía se alimenta de rumores y basta que alguien diga que algo va a aumentar un 10 por ciento, para que al día siguiente aumente no sólo el 10, sino el 20 o 30 por ciento.
No generemos mayor revuelo y acudamos a los comercios donde no se remarca por remarcar. A esos lugares los vamos a distinguir porque, generalmente, están en manos de comerciantes muy considerados que hacen el mayor esfuerzo posible por no cobrarle de más al cliente ayudándolos a proteger su economía.
