Acorralado por las pruebas, al municipal no le quedó más remedio que admitir que violó durante 12 años a su hija. Acepta 11 años y 10 meses de castigo.

 

Tenía 22 años y un retraso mental que, sin embargo, no le impedía comprender qué estaba bien y qué no. Hasta esa edad, le parecía comprensible que debía ayudar a diario en su casa con la limpieza y el cuidado de sus cinco hermanos más chicos. Lo que nunca le cuadró fueron los golpes y los insultos de sus propios padres, que no la mandaran a la escuela, vivir encerrada sin salidas ni amigos. Y algo mucho peor, que su propio papá la golpeara y la amenazara para que no hablara de su mayor tormento: los numerosos abusos y violaciones que sufrió durante 12 años, cada vez que se quedaban solos en su casa de Rivadavia. Entonces se sentía agobiada, aniquilada. Más aún porque ni su propia madre le creyó cuando por fin se animó a hablar, según el expediente. Por eso un día de septiembre de 2016, le pidió a una tía que la llevara hasta su casa en Sarmiento y a ella le contó todo y le dijo que ya no quería volver más a su casa. Y esa mujer, que se conmovió al verla muy delgada, desnutrida y anémica, le creyó. La llevó al médico y denunció el caso en la Policía el 29 de septiembre de 2016. Y la joven sufrió las consecuencias: otra paliza y otra violación por haber roto el secreto. Pero entonces la balanza comenzó a inclinarse a su favor: un juez ordenó una detallada investigación y el 2 de octubre de ese año mandó a meter preso a su padre, un empleado municipal, hoy de 51 años.

Las pruebas no hicieron más que corroborar que la chica no mentía. Una vecina apoyó su versión de que nunca la había visto salir. Y ese testimonio encajó con el informe médico que detectó desgarros genitales de antigua data en la joven, prueba que cerraba más el círculo sobre el único sospechoso: su papá.

Además, un psicólogo que entrevistó al municipal lo describió como alguien inmaduro emocional y sexualmente, impulsivo y capaz de cometer el grave delito que le atribuían.

 

El caso llegó a la Justicia porque una tía denunció. La joven le había contado todo a su mamá y no le creyó.

Y otro informe psicológico puso en evidencia el retraso madurativo de la chica y las terribles consecuencias psíquicas que evidenciaba tras ser violada desde que tenía 10 años por ese hombre que, en teoría, debió haberla protegido siempre y nunca lo hizo.

Con toda esa evidencia en contra, el municipal llegó a juicio. Ayer, ante el juez Maximiliano Blejman (Sala III, Cámara Penal) ratificó un acuerdo de juicio abreviado firmado con su defensor Hernán Caparroz y el fiscal José Eduardo Mallea.

En ese acuerdo admitió su autoría en el aberrante delito sexual contra su propia hija y aceptó recibir 11 años y 10 meses de condena. El juez Blejman tiene la última palabra.