Los padres de Matías Fernández, el niño de 2 años que falleció tras atragantarse con una bombucha y que luego de haber sido enterrado su cadáver fue hallado mutilado y sin sus órganos en Mar del Sud, aseguraron que el día del funeral de su hijo tuvieron que ayudar a hacer más profundo el pozo en el cementerio porque el cajón no entraba y que están destrozados por tener que volver a enterrar el cuerpo.
“Tuvimos que ayudar a hacer más profundo el pozo. Un sobrino mío que fue al entierro agarró una pala para cavar más porque el cajón sobresalía de la tierra”, dijo a Télam el padre del niño, Eusebio Fernández (38), durante una entrevista que brindó junto a su esposa Daisi (34), madre de Matías.
“Con el pozo que hicieron en el cementerio, el cajón se notaba que sobresalía de la tierra. Le pedimos a la gente del lugar que cavara más, porque el pozo era corto y poco profundo. Nos dijeron que caváramos nosotros, pero no pensamos nada extraño, la verdad.No imaginamos nada raro”, contó la mujer.
Daisi y Eusebio enterraron a su hijo en la mañana del lunes 13 de marzo en el cementerio de la localidad de Comandante Nicanor Otamendi, a 38 kilómetros de Miramar, tres días después de que el niño falleciera luego de haberse atragantado con una bombucha mientras jugaba en su casa.
Una exhumación realizada el miércoles último en el cementerio demostró sin embargo que el féretro del niño había sido violentado, que su tapa estaba partida y que dentro del cajón sólo había algunas prendas de ropa que sus padres habían puesto junto al cuerpo.
La exhumación de la sepultura había sido solicitada por la fiscal de Miramar, Ana María Caro, en el marco de la investigación para determinar la identidad del cuerpo de un niño que había sido hallado mutilado, sin órganos ni dientes, el 21 de marzo a la vera de la ruta interbalnearia 11, entre Miramar y Mar del Sud.
Un cotejo de muestras de ADN de ese cadáver con los registros genéticos de autopsias realizadas a niños fallecidos recientemente en la zona, arrojó que el cuerpo hallado junto al arroyo La Totora era el de Matías, quien había muerto mientras era trasladado en una ambulancia al Hospital Materno Infantil marplatense.
La propia Caro fue la encargada de informar el resultado de esas pruebas de ADN el martes por la noche a Daisi y Eusebio, en la quinta donde ambos viven en el barrio El Boquerón, cerca de Batán, donde trabajan desde hace más de diez años como recolectores del cordón frutihortícola de la zona.
“No podíamos creer lo que decía la fiscal. Es algo ilógico, quién va a hacer algo así, si mi hijo era un ángel. Nosotros lo velamos y le dimos cristiana sepultura”, dijo la madre.
El velatorio del niño, contó la mujer, se realizó "a cajón abierto" durante el sábado y domingo posteriores a la muerte, y participaron en él cerca de cien integrantes de la comunidad boliviana del lugar, y familiares que llegaron desde Tarija, de donde ellos son oriundos.
La mujer contó que ocho días después del entierro habían realizado una misa en memoria de su hijo y habían visitado su tumba, la número 29 del sector IV del cementerio. “Dejamos unas plantas que regamos, y unas flores con forma de corazón que todavía estaban cuando fuimos a la exhumación. Ahora sé que mi hijito ya no estaba ahí”, contó la mujer, en línea con información de la causa que indica que el cuerpo habría sido sustraído la misma noche del funeral.
La madre contó que en la visita que realizaron al cementerio en aquella ocasión, “no había nada raro, y sólo faltaban las coronas que se dejaron en el entierro, pero dijeron que las quitan por cuestión de limpieza”.
Los padres de Matías tenían pensado visitar el lugar hoy, al cumplirse tres semanas de su muerte. “Ahora viene lo más duro, que es volver a enterrarlo. Y además ahora sé que mi hijo está todo lastimado. Cualquiera puede imaginar cómo nos sentimos: destrozados”, relató la mujer.
Si bien se pudo confirmar la identidad del niño –y por lo tanto las causales de muerte–, serán necesarias nuevas pericias sobre el cadáver en el marco de la investigación que se abre por el robo del cuerpo y la profanación de la tumba, por lo que no está claro aún cuándo podrá ser entregado el cuerpo a la familia para que realice el nuevo funeral, según señalaron fuentes judiciales.
La investigación seguirá en manos de Caro, quien ayer decidió dejar en libertad a Juan Carlos Della Santina, dueño de la funeraria que intervino en el entierro, quien había sido detenido en la noche del miércoles, luego de la exhumación.
La fiscal consideró, en tanto, que debía quedar detenido en la Alcaidía de Batán el encargado del cementerio de Otamendi, Carlos Lópéz, por “contradicciones en su declaración”.
Los padres elogiaron el trabajo de la representante del Ministerio Público y pidieron “que esto se aclare, sea quien sea el que lo hizo”. Y agregaron: “Si hay alguna persona que vio algo, que aporte información: necesitamos que nos apoyen”.
Fuente: Clarin