Hacia 1972 no había autos tan lujosos como la limousine Fleetwood de Cadillac, un coche tan opulento como poderoso, que además tenía tecnología adelantada para su época. Si hasta Elvis Presley, el apodado Rey, creía que era un auto digno de su ego. Sólo las dimensiones del auto impactan: mide más de seis metros de largo, tiene un motor V8, pesa casi tres toneladas y por cada 2 kilómetros consume casi 1 litro de combustible. Cadillac produjo 995 Fleetwood Limousines e increíblemente hay uno de ellos que tiene chapa sanjuanina.
El cardiólogo Armando Aubone, expiloto de carreras y fanático de los autos, lo compró hace 11 años y de vez en cuando sale a pasearlo; por supuesto que robándose todas las miradas.
No existe otro Cadillac en San Juan y según su dueño tampoco hay uno como ese en Argentina. "Sin dudas que hay otros Fleetwwod en el país, pero con las características y el modelo de mi auto hasta ahora no he encontrado otro igual", aseguró Armando.
Llegó a sus manos hace 11 años luego de comprárselo a un visitador médico de Buenos Aires. Este hombre lo había traído de Estados Unidos y lo usaba para eventos, como vehículo de alquiler. "Por alguna razón lo puso en venta, lo vi y lo compré. Yo ya tenía un Rambler Ambassador, pero apenas vi el Cadillac publicado no lo dudé. Esta limo era el auto más fastuoso que se podía comprar en el mundo en 1972, incluso por encima del Lincoln, así que de un día para otro me di cuenta que tenía el más lujoso del mundo y el más lujoso de Argentina en su momento, como el Ambassador", dijo Aubone.
El Cadillac sanjuanino es imposible de comparar con cualquier otro auto que circula por estas calles. Sus dimensiones son típicas de los vehículos norteamericanos y es más largo que por ejemplo una Hilux doble cabina o sobresale groseramente de los box de estacionamiento del Eco. Todo es grande en esta limo o exageradamente llamativo, como sus ocho ceniceros y encendedores o sus dos aires acondicionados. Lo que sobra es espacio, para disfrutar del cuero de los asientos, la bebida fresca en su heladera o por qué no, una copa de alcohol porque tiene un espacio específico para el balde de hielo con champán.
"Para la época, esta limo ya tenía muchos adelantos. El asiento es eléctrico, los levanta cristales también, tiene control de audio trasero e iluminación del asiento de atrás y hasta un teléfono", describió Armando.
"Me gusta salir de vez en cuando a dar vueltas. Tengo otros autos, me encanta manejar pero debo admitir que conducir el Cadillac me genera una sensación especial. Tiene un andar muy suave pero el motor es poderoso. Es un auto amplio, elegante, es único", destacó Armando.
El Fleetwod está lleno de detalles y particularidades, como las molduras, sus interminables piezas cromadas, las vetas de madera en las puertas o los faros delanteros con atenuación automática. Eso sí, consume combustible como pocos, propio de los autos norteamericanos de esa época, y según su dueño prácticamente todo está original. Aubone, en tanto, dijo que no falta quien quiera comprárselo y confesó que en algún momento pensó en venderlo, aunque desistió. "Me di cuenta que nunca más iba a poder tener un Cadillac así, pero además no quise arrepentirme como cuando hace muchos años vendí un Impala, que hasta el día de hoy lo lamento. Así que el auto me seguirá acompañando hasta que ya no esté más en este mundo", aseguró.