El mismo día en el que la selección debutaba en el Mundial, Cambiemos anunciaba la expulsión de dos ministros clave. Y el mismo día en el que Caballero le entregaba un gol en el pie a un jugador croata, el Indec daba a conocer el aumento del desempleo en el país. ¿Casualidad? Muy pocas cosas son casuales en el nivel en el que juegan Mauricio Macri y su equipo. El macrismo, parece, apostó al Mundial para tapar algunas malas noticias y es probable que le haya dado resultado, ya que de lo único que se ocupan los medios y la opinión pública en general es de los roces entre Jorge Sampaoli con el plantel. O del plantel con él. Mientras eso ocurre, el Norte económico está cada vez más lejos.

Un pequeño aporte futbolero: Argentina llegó a Moscú en el puesto número cinco, de diez sudamericanos. Hubo tres entrenadores durante las eliminatorias; una escandalosa normalización de la AFA; una votación casi delictual; Sampaoli paró 13 equipos diferentes en 13 partidos; un manejo de la comunicación deficiente con declaraciones en off que van y vienen a gusto de los consumidores de noticias de dudosa procedencia. En resumen, está todo podrido, como titulaba el Diario Olé ayer a las cinco de la tarde. No se pueden esperar buenos resultados si la historia nos condena. En un Mundial, no todo es fútbol.

 

Volviendo a la política, probablemente las únicas noticias positivas que pudo dar el gabinete nacional son confusas para la opinión pública en general, como el OK del FMI al crédito, la llegada de los primeros desembolsos, y la nueva calificación argentina en el mercado financiero internacional. La última es realmente una buena noticia, hay que admitirlo, aunque hasta quienes entienden su significado saben que de esa calificación hasta que hayan consecuencias reales, puede correr mucha agua bajo el puente. No hay que olvidar que Doña Rosa aún le tiene miedo al Fondo. Y no sabe qué es un país emergente, porque pocas veces lo vio. Las malas noticias son muy malas, y a las buenas pocos las entienden, sería el resumen. Todavía faltan que lleguen las boletas de gas del invierno, y las nuevas discusiones salariales, que van a resultar clave para la segunda parte del año. 

Lo anterior es en el plano popular, en el día a día de los habitantes de este país, pero también al macrismo aún le quedan algunos desafíos de política partidaria que sortear, y probablemente los más complejos sean el presupuesto y la reforma laboral. Los ministros estrella de Macri ya anunciaron que le pedirán a los gobernadores mayor comprensión y austeridad para el año que viene, dos palabras que no cuajan mucho con las elecciones. Los gobernadores están a la espera de esa discusión, y no pueden asegurar nada de nada.

En definitiva, si por el macrismo fuera, el Mundial debería llegar hasta finales del año que viene, pero parece que Sampaoli está empecinado en terminar con la agonía y devolvernos a la realidad a los argentinos. Si eso llegara a ocurrir, todo indica que las elecciones comenzarán a debatirse desde la semana que viene. Y de ahí no habrá frenos hasta octubre de 2019, más o menos.