Cuando se va caminando por la Rambla se entiende por qué Barcelona tiene ese glamour especial que distingue a las grandes ciudades europeas. Como París, en Francia. Como Roma, en Italia. Como Madrid, en esta misma España. Ciudades cosmopolitas. En las que se escuchan todos los idiomas imaginables. En la que se visten de la manera más diferenciada que alguien pueda pensar. En la que los gustos son propios sin importar lo que pase al lado. Voces, gritos, risas. Todo de todo. Fotos, filmaciones, pinturas. Otro todo. Así es Barcelona. La ciudad con casi dos millones de habitantes que en temporada alta como la actual trepa a cifras increíbles de visitantes. Los que quieren caminar por la Rambla, los que les gusta la playa y van a Barceloneta. Los que se enamoran viendo la ciudad desde Mont Juic, ese cerro donde están todas las instalaciones de aquellos Juegos Olímpicos de 1992, cuando la ciudad cambió inclusive hasta su forma de pensar.
Un día en Barcelona es como una inmensidad en otra ciudad. Si hasta el tiempo falta para visitar los lugares emblemáticos. Por ahí, caminar por la Rambla tiene una ventaja para ir conociendo el lugar. Es más, sin tocar todavía un par de lugares que son íconos barcelonistas: La Catedral de la Sagrada Familia (merece otro Diario de Viaje con exclusividad) y el estadio Nou Camp del Fútbol Club Barcelona (una tercera historia).
En la Rambla, además de los negocios comerciales con venta de ropa y perfumes que están a los costados de la caminata central, en ésta última invaden los "quioscos" con venta de souvenires, plantitas y todo tipo de cosas menores.
Eso en la primera parte de la Rambla. La que comienza en la mítica Plaza de Cataluña (de ahí salen los ómnibus de cabina superior descapotada que recorren la ciudad pasando por los puntos más importantes), que es el lugar neurálgico de la ciudad porque se juntan todas las calles diagonales que provienen de distintas direcciones. Y termina allá, casi 12 o 13 cuadras después, en la entrada al puerto o bien en la playa Barceloneta, un lugar que es imposible dejar de visitar.
Y en la Rambla también están los negocios de comidas. Con platos típicos, que van de 15 a 100 euros. Todos platos típicos y con una atención bárbara. Siempre acompañados por los mejores vinos. En fin, un lugar para no cansarse de recorrer en todo un día.
Barcelona aún se divide entre los que buscan la independización y los que no.