La formación integral de la persona implica que los padres se hagan responsables de ello, sin eludir esta misión que nadie más puede suplir adecuadamente.

En artículos anteriores, señalamos que educar la sexualidad y la afectividad de los hijos es un deber y un derecho al mismo tiempo. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece el derecho de los padres a educar a sus hijos, lo que incluye ciertamente todo lo referido a la afectividad y la sexualidad.

Educar es ayudar a los hijos a descubrir lo maravilloso de la sexualidad y la afectividad, para prepararlos lo mejor posible para la vida.

Es el hogar el primer ámbito de educación y formación del ser humano. La función educadora de los padres es fundamental y es en el seno del hogar donde se aprenden las virtudes de convivencia social: paciencia, tolerancia, generosidad, perdón, amor, abnegación, compañerismo, servicio a los demás, etc.

Es en la familia donde los hijos aprenden a convivir con límites y a ejercitarse en el respeto al prójimo. Es de sus padres de donde los hijos, por experiencia directa, toman el modelo que, cuando sean mayores, imitarán al formar su propia familia.

La formación integral de la persona implica que los padres se hagan responsables de ello, sin eludir esta misión que nadie más puede suplir adecuadamente. El futuro de sus hijos depende de ellos. No dar a los hijos una adecuada educación afectivo-sexual dejará un vacío formativo que puede llevar a que crezcan con muchos errores sobre estos temas. Porque las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran. 

Educar a los hijos nunca fue tarea fácil, pero ahora es aún más difícil debido a las influencias de una sociedad globalizada, con características de: permisividad, carencia de valores, relativismo ético, subjetivismo, utilitarismo, erotismo, etc. De allí que los padres deberán esforzarse para mejorar su intervención educativa para contrarrestar los efectos nocivos.

Este es el gran desafío de los padres: los niños y adolescentes necesitan para su crecimiento una educación integral de la sexualidad y la afectividad acertada y saludable, que les permita tomar decisiones fundadas y correctas, y así crecer sanos y felices, sin hipotecar su vida y su futuro. Esto es muy importante para ellos, pero también lo es para todas las personas que les quieren, los padres en primer lugar. 

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Lic. en Bioquímica. Profesor.