Los tres “Om” resonaron en el patio del Penal de Chimbas. Allí, sentado en el suelo, descalzo frente a un grupo de alrededor de 30 internos, Leonardo Borgognio pidió que todos cerraran los ojos y recitó un texto en sánscrito. En el lugar, mientras la mayoría de los presentes cumplía la premisa, no se oía más que su voz. Ese fue el inicio de su primera clase de yoga para los presos incluidos en el programa de la Fundación Espartanos, que desde finales de 2018 practican rugby guiados por voluntarios y ahora sumaron la nueva actividad.
Antes de comenzar la clase, el profesor, que enseña yoga desde hace 6 años y trabaja con el método “Iyengar”, les había contado a sus alumnos el significado de la actividad y su objetivo. Para luego confiarles lo mucho que lo había ayudado el yoga a él mismo.
“Yo sabía que podía salir bien, pero también existía la posibilidad de que fallara. No estaba seguro de cómo ellos iban a recibir esta actividad. Pero me sorprendí, la mayoría logró concentrarse y hacer todos los movimientos. Cuando les pedí que cerraran los ojos, casi todos lo hicieron, algunos cada tanto miraban, como curiosos, y sólo dos o tres eligieron observar todo desde un costado. Yo creía que, tal vez, esa iba a ser la actitud de muchos, porque no es fácil responder a alguien que viene y te dice: ‘Cerrá los ojos y seguí mis instrucciones’. Sin embargo, lograron conectar y todo fluyó. Hasta terminamos prácticamente todos descalzos, algo que al principio del encuentro generó resistencia”, confió Leonardo luego de vivir la experiencia.
A pesar de su incertidumbre inicial, el hombre, que tiene 44 años y además de dar yoga es dueño de un comercio ubicado en el microcentro capitalino, asegura que no dudó cuando le ofrecieron la propuesta. “Llegué por contacto de una colega y me pareció una excelente oportunidad de ayudar a otros. El servicio siempre es acotado, a veces uno quiere ayudar y no encuentra cómo. Yo formo parte de una fundación y ayudamos a niños desde hace muchos años. Por eso, cuando me propusieron esta actividad no lo dudé, ni me planteé dónde iba a dar mis clases. Directamente dije que sí”, sostuvo.
Sin embargo, a la hora de ingresar al predio completamente aislado del exterior en esa zona alejada de Chimbas, se sintió raro. “Nunca imaginé hacer nada para entrar a un penal. Y pasar esas puertas, sin ningún elemento (porque te hacen dejar todo en el ingreso), es extraño. Pero una vez que inicié mi clase y vi la respuesta de ellos, pude trabajar como lo hago siempre”, contó.
Seguro de que la actividad puede ayudar a todas las personas, explicó que “el yoga es la unión del ser interior con el ser supremo, es una práctica espiritual para encontrar la liberación. Es meditación en movimiento, es una práctica que, además de ser física, permite aquietar la mente. Y eso es importante para todos”.
“Sai Baba dice que hay que aprender a ver la divinidad en el otro, inclusive si es un enemigo. El otro, sea quien sea, es parte de este mundo y todos somos a imagen y semejanza. Entonces, tenemos que aprender a convivir y a ayudarnos. Yo no sé por qué están ahí esas personas y no lo pregunté, no es importante para mi clase”, agregó.
Leonardo contó también que está confiado en que lo que les ofrece será beneficioso: “Creo que a partir del yoga se puede trabajar la educación en valores, la no violencia, la rectitud y sobre todo se puede alcanzar el conocimiento de uno mismo, para después llevar todos esos aprendizajes a la vida cotidiana”.
En cuanto al futuro de la actividad entre las murallas afirmó que “yo fui con buenas expectativas y la actitud de las personas con las que me encontré las superó. Lo vi reflejado al final de la primera clase. En el momento de la despedida, cada uno se acercó y me dio un abrazo, fueron abrazos sinceros. Tranquilamente podrían haberme dado la mano, o directamente podrían haber dicho ‘chau’, pero se acercaron. Para mí eso fue muy reconfortante y me da impulso para seguir yendo todas las semanas a dar mis clases”.
Las actividades extras que buscan ayudar a los presos
La implementación del Programa Espartamos, con vasta trayectoria en cárceles del país, se inició en el Penal de Chimbas luego de que la Corte de Justicia de la Provincia firmara un convenio marco en octubre de 2018, junto al Ministerio de Gobierno y a los encargados de la Fundación, con la adhesión de la Secretaría de Estado de Deportes y la Unión Sanjuanina de Rugby, con la finalidad de enseñar rugby en el servicio penitenciario.
Ahora, en el marco del mismo programa, los internos iniciaron sus clases de yoga. El objetivo de la incorporación de la práctica es bajar las tensiones y que quienes asistan estén más tranquilos y relajados luego del entrenamiento, y especialmente puedan reencontrarse consigo mismo.
Leonardo Borgognio ofrece sus clases una vez por semana y durante un promedio de tiempo de una hora y cuarto. Se espera que en poco tiempo, el grupo cuente con un pabellón que les permita estar aislados del resto para que trabajen mejor, según comentó el coordinador en San Juan de la Fundación Espartanos, Federico Zapata.
Además, se prevé que las mujeres del Servicio Penitenciario Provincial puedan integrarse al taller y tengan sus clases de yoga con una profesora.
La Fundación Espartanos es una organización sin fines de lucro que busca bajar la tasa de reincidencia delictiva promoviendo la integración, socialización y acompañamiento de personas privadas de su libertad a través del rugby, la educación, el trabajo y la espiritualidad.
A nivel nacional el proyecto se desarrolla desde 2009 con resultados muy positivos. El programa, que además ayuda a conseguir trabajo formal a los miembros que recuperan su libertad, ha logrado que el porcentaje de reincidencia en sus miembros sea del 5 por ciento, cuando el porcentaje habitual es de entre el 60 y 70 por ciento.
* Fotos: Prensa del Poder Judicial