Cuando a fines del siglo XIX los hermanos Lumière crearon el cinematógrafo, jamás pensaron que a partir de ese hito, la historia de la humanidad iba a cambiar, en cuanto a las implicancias sociales de este invento, a lo que debemos sumar las creaciones en el campo de las comunicaciones. Pero tomemos la primera variable como hilo conductor. Proyectar imágenes con movimiento era el punto, logrado este propósito, en un avance vertiginoso, acelerado, a este prodigioso invento se le adicionarían o surgirían otros adelantos más, pero lo común era que siempre el ser humano, observaría una pantalla, esto sería una constante. El cine se perfeccionó, desplazando en algún momento a otros espectáculos públicos. Nadie puede negar aquella época de oro de cine, donde se proyectaban dos películas, era un ritual dominguero ir al famoso matiné. En esas condiciones logro su época de oro. Luego seguiría otro camino, siendo desplazado por cines que nada tienen que ver con aquellos. Y ¿la pantalla? Con el surgimiento de la televisión la pantalla se achicó, pero continuó coexistiendo o perviviendo con la grande, pero la primera fue ganando cada vez más adeptos, sobre todo con el perfeccionamiento alcanzado, pudiendo el espectador tener a su disposición cientos y cientos de canales televisivos de todas las modalidades en programación, y el agregado de diferentes soportes tecnológicos como internet. A tal punto llegó la adoración al televisor, que Umberto Eco lo denomino "el tótem del siglo XX". Paulatinamente el ocio y las recreaciones a cielo abierto, junto al increíble y formativo hábito de leer perdieron adeptos, a la vez que se resquebrajaron las relaciones sociales interpersonales. Contemporáneamente -con la revolución que produjo internet- surgió la pantalla informática, bella, seductora e increíblemente perceptible. Esta pantalla continuó su camino, al tiempo que otra, pequeña, con cientos de posibilidades, se hizo imprescindible en la existencia del ser humano; la pantalla del celular.

Estas pantallas que brindan tecnología comunicacional ha prosperado tanto y en tan poco tiempo que nos trasladan a una suerte de exaltación en la que al hombre le cuesta dominarse así mismo -alienado- naciendo una incongruencia, como ya ha dicho repetidas veces; estamos informados, se acortó la comunicación física, pero cada vez estamos más encerrados en sí mismos y distanciados grupal o socialmente. Como tantas veces advirtió Ernesto Sabato, esta tecnoidolatría, que no es oposición a los adelantos científicos, paulatinamente va deshumanizando al hombre.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia