La charla se había puesto picante en la camioneta. Oscar manejaba y escuchaba cómo su amigo describía, con su obsesión puntillosa, el impacto de su hallazgo y la posibilidad de publicar en Nature. Desde el asiento trasero, Ricardo hablaba y al mismo tiempo guardaba un dato. Pero no pudo seguir ocultándolo. Fue Carina, esposa de Oscar, quien volteó la cabeza para hacerle la pregunta del millón: "¿Y qué nombre le vas a poner al bichito?". A Ricardo, acorralado, no le quedó más que confesar: "Taytalura… alcoberi". Se hicieron entonces unos segundos en los que sólo se escuchaba el motor y las cubiertas mordiendo piedras. Oscar, los ojos repentinamente húmedos y fijos en el camino, se había quedado mudo. Así se estaba enterando de que su mejor amigo, el paleontólogo estrella, el profesional con el que habían construido juntos su carrera, había decidido homenajearlo a él poniéndole su apellido al hallazgo científico que volvería a ordenar la historia de la evolución, para marcar un hito en el conocimiento científico a los ojos del mundo.
Así salió a la luz el nombre de este espécimen del que hoy habla la meca de la ciencia. En una camioneta, en una huella sanjuanina, en una charla de amigos durante una salida de campo. "Yo ya lo tenía decidido meses atrás, pero no quería decirle nada. Quería darle la sorpresa cuando el paper estuviera aprobado", cuenta ahora Ricardo Martínez.
Sentado junto a él, en la entrevista con DIARIO DE CUYO en la intimidad del laboratorio del Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ, Oscar Alcober vuelve a emocionarse. "¡No sabía qué decir! Me dio una mezcla de orgullo y vergüenza…", revela entonces. "Uno imagina siempre que un homenaje así se le hace a alguien después de muerto. Cuando Ricardo me lo dijo… no sé… en ese momento sentí que había valido la pena no haberme quedado a vivir en EEUU, no haberme dedicado a otra cosa que me diera más plata: sentí ahí mismo que todas mis decisiones con mi carrera habían tenido sentido".
Es que el homenaje de Martínez a Alcober va mucho más allá del reconocimiento científico. Es el corolario de una relación de casi cuatro décadas, en la que supieron reinventar juntos la forma de hacer paleontología en San Juan y llevarla a niveles tanto académicos como populares sin precedentes.
LA HISTORIA SIN FIN
Su vínculo nació en un asado. Un festejo de jóvenes universitarios en el Cerro Blanco, allá por 1984. Alcober, un veinteañero con una locuacidad poco común en el grupo de primer año de Geología, se acercó a Martínez, un estudiante destacado de segundo que era mayor al resto porque había decidido empezar la carrera con treinta años, luego de renunciar a su trabajo "muy aburrido" en el Banco Nación.
Oscar empezó a contarle sobre su tarea como técnico en el museo de la UNSJ, los fósiles, el tamaño de los vertebrados que habían hallado. Ricardo no podía creer lo que escuchaba: era como una película de ciencia ficción. Claro, él, que fantaseaba con convertirse en un arqueólogo de renombre, había recolectado algunos fósiles de invertebrados pequeños en las prácticas paleontológicas. Pero lo que el pibe de primero le describía era otro mundo, demasiado nuevo, demasiado atractivo. Alcober ya lo tenía en la palma de la mano cuando decidió darle el tiro de gracia: "¡Y tenemos un cráneo de dicinodonte!". No hizo falta más. Martínez pasó a "darse una vuelta" por el museo. Y no se fue nunca.
Desde entonces, la dupla acumuló, sumando todas las campañas de campo en Ischigualasto y yacimientos cercanos, más de 3 años reales viviendo en una carpa y buscando fósiles. Encabezaron juntos campañas que duraron hasta 60 días seguidos, con jornadas de hasta 16 horas de búsqueda en los suelos triásicos del Valle de la Luna. Como resultado, entre ambos le aportaron a la ciencia mundial casi 3.000 especímenes completos de más de 200 millones de años de antigüedad. Martínez se convirtió en el único investigador de la historia de la UNSJ que publicó como primer autor en Science y en Nature. Alcober hizo pasear por el mundo la muestra Titanes de Ischigualasto, con corporizaciones de los dinosaurios sanjuaninos, y dejó boquiabierto al supermagnate japonés Minoru Mori en el piso 80 de sus emblemáticas Torres Mori, en Tokio.
Con semejante historial, con una evolución propia realmente increíble en el modo de encarar la paleontología en la provincia, el dúo funcionó siempre con la sinergia indisoluble de la fórmula de la Coca Cola: Martínez es un sabueso para detectar fósiles, Alcober es un lince para promocionar la ciencia. Martínez tiene la mirada, Alcober tiene la visión. Martínez investiga, Alcober gestiona. Cualquiera de los dos, sin el otro, es un excelente profesional. Pero con el otro, ambos son totales.
Ricardo Martínez y Oscar Alcober son como próceres vivientes que no creen en el bronce. A sus 66 y 58 años respectivamente, enseñan, transmiten, siguen yendo al campo a buscar e investigar, siguen armando iniciativas que ubiquen a San Juan como una meca de la paleontología mundial. Su nueva meta es ver inaugurado el nuevo museo, en el llamativo edificio con estructuras circulares de España y Pedro Echagüe. Alcober lo resume así: "Cuando abra el nuevo museo, lo que se va a ver y todo lo que hay detrás van a ser una inspiración para muchos sanjuaninos. Va a ser un rompedero de cabezas". Para ambos, va a ser otro hito fundacional en una historia que no termina nunca sino que, al contrario, cada tanto vuelve a empezar.
El maestro norteamericano
Ambos sanjuaninos reconocen en su carrera al mismo mentor: el paleontólogo norteamericano Paul Sereno, quien vino de EEUU a fines de los ’80 con un equipo de estudiantes avanzados para buscar fósiles en Ischigualasto. Compartieron con él dos campañas, en 1988 y en 1991, y su mirada sobre la forma de llevar la ciencia al campo cambió radicalmente. Poco después, y gracias a la sintonía que lograron en estas tierras, Martínez y Alcober viajaron al Norte para trabajar un tiempo con Sereno. Se instalaron en los talleres del laboratorio ubicado en Chicago e incorporaron todo lo que traerían luego de vuelta a San Juan, para iniciar la forma de investigación paleontológica que hoy es su marca indeleble.
PROTAGONISTAS :
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Ricardo Martínez
Orígenes
"No sabíamos ni cómo buscar fósiles en el terreno. Ahora sabemos perfectamente qué y cómo buscar, qué tipo de roca mirar, qué tipo de estrato, todo".
Actualidad
"La realidad podría ser mejor si estuviéramos en otro país. Pero con los recursos que tenemos acá, es increíble lo que se logró: reconocimiento en todo el mundo".
Cómo es el otro
"El fuerte de Oscar es su creatividad. Aparte de ser una máquina de trabajar, tiene una creatividad sin límites. Él nunca se achica, nunca se queda corto".
Amistad
"Cuando nos juntamos las dos familias, no se habla de paleontología en la mesa. No somos dos nerds que viven exclusivamente para la ciencia".
¿Hay herederos?
"Son caminos distintos, nosotros empezamos con la pala y el azadón, hoy la gente más joven está acostumbrada a que esté todo hecho".
San Juan
"Hice toda mi carrera acá y siempre quise quedarme. Me gusta ver todo lo que hicimos y me llena de satisfacción, disfruto mucho lo que hago y seguiré disfrutándolo porque esto es un estilo de vida".
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Oscar Alcober
Orígenes
"No había equipamiento, nada para trabajar. Eran inimaginables las herramientas que existen ahora. Trabajábamos como podíamos con lo poco que había".
Actualidad
"Lo que tenemos hoy en San Juan, lo que somos hoy y a lo que llegamos, para mí supera por varios cuerpos al mejor delirio que hayamos tenido al principio".
Cómo es el otro
"Ricardo es un extraordinario buscador, tiene el olfato y el hambre de búsqueda que son el motor para marcar el éxito de una campaña paleontológica".
Amistad
"Como dicen los chicos, somos ‘mejores amigos’. Pero nos gustan mucho otras cosas también, no somos unos pesados de la paleontología".
¿Hay herederos?
"No sé, son distintos contextos. Hay un semillero fantástico a nivel intelectual, pero no con esa obsesión nuestra para ir al campo y colectar".
San Juan
"Tuve muchas ofertas en EEUU, tal vez por ser más ambicioso: yo hubiera querido vivir varias vidas juntas. Pero al final, siempre mi decisión fue quedarme acá. Siento que en San Juan hacemos la diferencia".