Los beneficios del ejercicio físico son múltiples. En esta oportunidad, nos centraremos su impacto en los más pequeños. La pregunta obligada es: ¿los niños hacen suficiente actividad física en forma espontánea? Tal vez, hoy, la respuesta sea que no. Es frecuente encontrar en numerosos informes y artículos científicos datos sobre los bajos niveles de ejercicio en niños y adolescentes. El tema incluso constituye un motivo de alarma en la Salud Pública mundial, destacándole el peligro que conlleva al mencionarla como “epidemia”.

 

Ver televisión o jugar con videojuegos han reemplazado algunos hábitos tan saludables como correr o saltar. Por lo tanto, los padres y los educadores debemos volver a incorporar la actividad física en la vida de los chicos. Y qué mejor que hacerlo a través del juego.

 

A veces puede suceder que la falta de destreza para algún tipo de actividad deportiva puede excluirlos de un grupo. Por esto es importante que los pequeños jueguen y no compitan. En caso de no lograr que se integren en los grupos que se forman habitualmente, es preciso procurar que encuentren otras actividades donde se desempeñen, de acuerdo a las capacidades que puedan desplegar en ese momento.

 

Lograr que los niños se mantengan activos puede aumentar la densidad de sus huesos, mejorar su salud, reducir el riesgo de que padezcan ciertas enfermedades, fomentar su fortaleza y energía, y aumentar la confianza en sí mismos. Además, contribuirá a que toda la familia desarrolle costumbres saludables y divertidas.

 

Los niños obesos y sedentarios probablemente se convertirán en adultos con las mismas características. Por eso es tan importante que sea toda la familia la que participe en esta necesaria propuesta.

 

¿Qué hacer y cuánto hacer?

Las recomendaciones internacionales para los adultos mencionan que realizar al menos 30 minutos diarios de actividades moderadamente intensas protege su salud. En los chicos son necesarios al menos 60 minutos diarios.

 

Entre los ejercicios que podemos proponer se encuentran caminar, correr, andar en bicicleta o nadar; aunque en realidad sirve todo aquello que los pueda mantener entretenidos y activos.

 

Recordemos que el crecimiento en edad (cronológico) no siempre coincide con el de su nivel de maduración (biológico). Es por ello que tal vez no pueda, en algún momento de su vida, participar con los niños que simultáneamente ya han desarrollado ciertas aptitudes.

 

De la misma forma que a los seis meses un bebé se sienta y al año camina, también existen etapas denominadas sensibles en edades en las que el niño tiene “picos de maduración”. Ejemplos de esto son el equilibrio, la lateralidad (diestro o zurdo) o la destreza motora para caminar, correr o saltar. Es especialmente importante poder estimular esas características justamente es esos instantes.

 

Los profesores de Educación Física reconocen estas instancias, por lo que la escuela y los clubes pueden y deben jugar un importante rol. Sin embargo, desde el hogar y la escuela también podemos ayudar a los niños a que fomenten el gusto por y creen la costumbre de realizar actividad física. Algunas ideas para ponerlo en práctica pueden ser:

 

-animar a los chicos a comer sus tres comidas, especialmente el desayuno;

 

-ofrecerles alimentos saludables y hablarles de lo importante que es nutrirse bien;

 

-limitar a ciertas horas del día las actividades sedentarias, como ver televisión o jugar juegos de video y computadora, y fomentar su participación en actividades físicas;
 

-brindarles un lugar en donde jugar sin peligro;

 

-buscar actividades que puedan hacer en familia, como caminar, montar en bicicleta, patinar, nadar, jugar fútbol o baloncesto.

 

-Dar el ejemplo es muy importante para generar la costumbre, aunque la verdadera clave para crear un hábito saludable es, como dijimos, el juego.