Muchas personas son las que hoy día viven en precario, en un mundo más selva que corazón, desbordado en demasiadas ocasiones por una escalada de incidentes y el incremento de tensiones, que nos impiden tomar la vida con alegría. Por desgracia, nos hemos perdido el respeto y la violencia crece por doquier, generando multitud de problemas sociales, y una aglomeración de odios que, verdaderamente, nos dejan sin palabras.
Hace tiempo que el miedo y la desesperación van en aumento. En muchos países hay que luchar porque a uno no le roben la dignidad. También son muchas las personas que sufren el descarte. Tanto la marginación como la explotación son tan descaradas, que debiéramos despertar de la injusticia, y pedir a los líderes honestos otro camino más justo, más crecido en valores, sin hipocresías, cuando menos para promover la comprensión de las culturas y religiones. No perdamos esta referencia: La verdad es la única fibra de amor y paz que nos fraterniza. En consecuencia, quizás para restaurar ese espíritu verídico, lo mejor sea llamar a las cosas por su nombre. Estoy convencido que es lo único que puede hacernos cambiar de actitudes y de mentalidad.
Sirva como testimonio esta absurda y necia afirmación recogida en un libro sobre el Brexit, obra que pertenece a una colección muy popular entre la ciudadanía británica. Así dice uno de sus rudos párrafos: "Gran Bretaña es una isla orgullosa. Durante siglos estuvimos solos. Ahora volvemos a estarlo. Otros países, como Croacia y España, necesitan ser parte de Europa, porque ellos, claramente, son cobardes. Pero nuestro país es especial y otros países se están poniendo a la cola para conseguir lo que tenemos para ofrecer, ya sea la música de Sting o cualquiera de nuestros quesos. Éste es el futuro”. Cuánta estupidez encierra este endiosamiento de dividir y encerrar. Con lo fácil que es hablar claro y profundo, que es lo que realmente nos aproxima.
A mi juicio, hemos de reconocer que, en los últimos veinticinco años, el Mercado Único ha hecho de Europa uno de los lugares más atractivos para vivir, a través de sus cuatro libertades indivisibles, que conviene vociferar: la libre circulación de personas, bienes, servicios y capital; cuestión que ha ayudado a mejorar la prosperidad de su ciudadanía, sin obviar ese espíritu positivo de hacer comunidad.
Por Víctor Corcoba Herrero Escritor español
