La noticia sorprendió al mundo, Trump, un belicoso del discurso pero hasta acá no de las acciones y Kim Jong-un, un belicoso en las acciones más que en el discurso, se reunirían para tratar un tema que tiene en vilo al mundo: la aventura nuclear de Corea del Norte.
Lo curioso es que parece ser que la noticia también habría sorprendido y llamado la atención a los expertos y estadistas involucrados. Todo ha ocurrido muy rápido, el negociador oficial de Corea del Sur, Chung Eui-yong, Jefe de la Oficina de Seguridad Nacional, se habría reunido en una misma semana con Kim, de quien habría recibido la propuesta de negociar formalmente con Washington, y con Trump, que sorprendiendo a todos simplemente le respondió “dile que sí”.
Con el escalamiento “medido” de la tensión internacional que resultó del programa nuclear norcoreano ganaron ambos. Por un lado el régimen de Pyongyang, que mostró una fuerza inusitada, si bien se ganó durísimas sanciones internacionales se ganó también su derecho a negociar, mientras que la Casa Blanca exhibió su increíble habilidad -heredada de los tiempos de la “Guerra Fría”- para, en una maniobra digna de ajedrez, beneficiarse de la situación e instalar su sistema antimisiles THAAD en Corea del Sur limitando así la disuasión estratégica no sólo de los misiles norcoreanos, sino de los misiles intercontinentales chinos. Una maniobra genial, digna de aparecer en los manuales de diplomacia y táctica.
La estrategia nuclear de los Estados Unidos siempre estuvo sujeta a la “teoría de la disuasión” anunciada por Bernard Brodie en 1959. Ésta sostenía que ante una escalada militar eran las grandes potencias poseedoras del “poder atómico” las que debían evitar la profundización del conflicto, precisamente para no llegar a la guerra nuclear. Brodie llegó a afirmar que “las armas nucleares deben estar siempre listas, pero jamás deben utilizarse”. Quizá la estrategia adoptada ahora por parte de Kim esté a mitad de camino entre ambas doctrinas y sea una herramienta más para comprender porqué de pronto pedir una negociación. Ante la imposibilidad cierta de usar el arma nuclear, ponerlas sobre una mesa de negociación para un país pobre como Corea del Norte sería lo más prudente a realizar. En definitiva, puede la amenaza atómica ya haber cumplido su objetivo y la disuasión y la seguridad que éstas ofrecen se lograría mediante la negociación y la obtención de otras concesiones.
Probablemente la otra razón habría que buscarla en un probable descontento civil que obedecería a la aplicación de las fuertes sanciones económicas no solamente impuestas por Estados Unidos y Corea del Sur, sino también por el principal patrocinador de régimen comunista norcoreano, es decir China.
La explicación a la muestra de debilidad del régimen de Pyongyang habría que encontrarla en la habilidad no reconocida de Trump de ir encerrando a Kim, llegando a condicionar la continuidad de actual comercio chino-estadounidense a que Beijing se sumara a las sanciones. Así, Xi Jinping ordenó que China deje de comprarle carbón de piedra, el principal activo de la economía norcoreana, y suspendió los vuelos entre Beijing y Pyongyang, la única conexión aérea entre Corea del Norte y el mundo. Sin duda eso fue más doloroso para Kim que todos los barcos que Estados Unidos mandó a la región. El objetivo de China fue bien claro, por un lado contentar a los estadounidenses y responsabilizarse, tal como lo pidió Trump, del costo político que debía pagar por no haber ejercido un control real sobre su díscolo hijo, y por otro desmilitarizar la región, dejar sin fundamento una mayor presencia militar estadounidense y frenar la carrera armamentística que han desatado sus vecinos.
Por supuesto que hay otras miradas, el primer ministro japonés Shinzo Abe cree que la dureza de las sanciones son las que llevan a Kim a negociar. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, mostró enorme cautela. El presidente surcoreano Min Jae-in enfatiza que en la estrategia de “zanahoria y garrote” impulsada por él, sería lo que explica el pedido de negociaciones de Kim. Lim Kang-taeg, un reconocido integrante de un influyente “think tank” surcoreano, el Instituto Coreano para la Unificación Nacional, cree que el temor a que Estados Unidos recurra a la opción militar es lo que podría haber obligado al régimen de Pyongyang a sentarse a la mesa de negociaciones. Pero hay una serie de factores económicos no mencionados y que podrían estar detrás de la decisión de Kim, como es el hecho del cierre del gigantesco complejo industrial norcoreano de Kaesong, que funciona con financiación y tecnología de Corea del Sur pero que ocupa mano de obra y brinda recursos a Corea del Norte. El cierre de este parque industrial ha significado la pérdida de otra fuente de financiación para Pyongyang, que había empezado tibiamente una apertura económica en su régimen permitiendo que surgieran los primeros pequeños mercados y verdulerías de capital privado en el país.
Se desconoce hasta donde Kim Jong-un está dispuesto a llevar las negociaciones, si busca obtener concesiones exageradas, si solo busca comprar tiempo o si pretende ceder o no su plan nuclear.
La “Administración Trump” tiene mucho que perder si todo fracasa, sabe que no hay más sanciones que aplicar, que aproximaría la opción militar y que le habría concedido inútilmente un status internacional al régimen de Pyongyang, status que ninguna otra “Administración” anterior estuvo dispuesta a conceder, pero la tentación del triunfo diplomático justificaría el riesgo. Sin duda que la lectura de una “solución a la iraní”, es decir levantar las sanciones internacionales y permitir el desarrollo nuclear pero solo con fines civiles y con un fuerte control de la Organización Internacional de la Energía Atómica -OIEA- aparece en el horizonte. Irán hasta ahora cumple el acuerdo y permite a rajatabla las revisiones mensuales de los inspectores de la OIEA, pero la duda se plantea acerca de cuál sería la seriedad del compromiso que asumiría Kim. No es una buena señal si ordenó la muerte de un medio hermano sólo por reunirse con un supuesto espía estadounidense. A fines de mayo, con la realización de las negociaciones, lo sabremos.