"Sean transgresores", fue una de las primeras encomiendas que oí decir al entonces flamante presidente Néstor Kirchner, ante un grupo de jóvenes. Entonces, entendí que procuraba encender en los jóvenes su espíritu de sana rebeldía. Que se supone va en tono con la sangre nueva de sus venas y les llena el cerebro, y los corazones, de ansias de terminar con las injusticias, las desigualdades, y de superarse en el camino de la vida.
El veredicto de la historia dirá si, como se sostiene, no estaba en realidad tomando esas banderas genuinas de los jóvenes, para fortalecer su base partidaria. Y que luego, con los años, tomaría otras banderas, como la de los derechos humanos, a ese mismo fin. El resultado es que hoy asistimos a un incremento de la pobreza y una marcada caída en la calidad educativa, entre otros trastornos. El futuro de esa juventud está así seriamente comprometido, y por ende la República.
Por eso resulta indignante, que Axel Kicillof haya sugerido a viva voz, en un ámbito educativo, "hablen como quieran", incitando a los alumnos rebelarse contra "el poder español", como si estuviésemos en los albores de mayo de 1810. Como si someterse a las normas de la Real Academia, sea un acto de vulgar sometimiento a un poder extranjero.
UN IDIOMA INCLUYENTE
Entonces, me pregunto ¿qué patria se quiere para los argentinos? ¿Qué se pretende con ese "hablen como quieran", que colisiona con las mejores intenciones de nuestras madres, las primeras maestras, cuando nos recriminaban, por ejemplo, "hijo, se dice haya, no haiga". Y así por el estilo, procurando que hablemos bien, para entender bien, hacernos entender bien y formar parte de una cultura civilizada. Incluyente.
Hablar mal no es incluir. Aprobar al que merece un aplazo, no es incluir. Descalificar la idea del mérito, como hizo alguna vez el actual presidente, tampoco lo es. La demagogia es tentadora para el que se aferra al poder. Pero las consecuencias son devastadoras. La exclusión estará a la vuelta de la esquina para aquellos que no se preparen debidamente para el mundo del trabajo y de las relaciones laborales.
¿Qué viene después del ‘hablen como quieran"? Acaso "estudien si quieren, vengan a la escuela si quieren, en definitiva, hagan lo que quieran que aquí no pasa nada". Vienen la anomia, la anarquía, la ignorancia, el atraso, la dependencia de terceros. Justamente, el gobernador de Buenos Aires, en esa alocución, lanzó en forma bravucona que "no nos van a venir de España a decirnos como debemos hablar". Lenguaje tribunero, carente de compromiso y de responsabilidad ante la obligación, y el derecho, de estudiar y esforzarse por ser mejores.
"Hay que enseñar a los hijos a rebelarse, sí, pero contra la ignorancia, la desigualdad, la vagancia, la delincuencia, las drogas, y todo aquello que atrasa y atenta contra su verdadero desarrollo".
EL DESTINO DE LOS JÓVENES
Qué manera de manosear a los jóvenes. De escamotear sus verdaderas posibilidades. La historia también dirá, las heridas aún están frescas, si en los 70, fueron en realidad lanzados a una lucha desigual y fratricida, que terminó con miles de jóvenes muertos, desaparecidos o desvalidos. Al igual que entre los represores. Todos perdimos. Al respecto, suelo pensar que de haberse consolidado con los años el genuino abrazo de Perón con Balbín, se hubiera evitado ese período negro de nuestra historia. Perón, en momento postrer de sabiduría, pues se sabía enfermo, volvió al país en 1972 con el firme propósito de pacificar los argentinos. El escritor Carlos Funes, en su libro "Perón y la guerra sucia", cuenta que al sobrevolar el avión suelo argentino, la tripulación comenzó a cantar la marcha peronista, pero el líder los calló, y habría dicho "no muchachos, la marcha divide, cantemos el himno nacional". Luego, como recordaba un amigo hace poco, fue más allá y le ofreció a Balbín ser su sucesor, en caso de que algo le pasara. Pero, lamentablemente, no se concretó y pasó lo que pasó. Está para volver a ese punto de la historia. Oportunidad perdida.
Ha pasado el tiempo, pero por lo visto no se aprendió la lección del líder del movimiento, y contrasta, en relación a los jóvenes, con el llamado de Kicillof a la anomia, a la rebelión contra el diccionario, a las reglas, a la desvalorización de la formación, el descompromiso con la realidad y su propio futuro. Por suerte, en un acto en Berisso frente a una autoridad escolar que hablo a los "argentines", la rechifla de los padres fue inmediata y nos dio la esperanza que el pueblo no consume ideología barata e inconducente, y de alentar a sus hijos a rebelarse sí, pero contra la ignorancia, la desigualdad, la vagancia, la delincuencia, las drogas, y todo aquello que atrasa y atenta contra su verdadero desarrollo. Y que en su vocabulario abunden los verbos trabajar, estudiar, ser austero, responsable, respetuoso de las leyes, emprendedor. Ese conjunto de ideas formará su criterio para discernir lo que es bueno y lo malo, para él, los suyos. Un antídoto para el que quiera aprovecharse de su buena fe.
Por Orlando Navarro
Periodista