
Desde los orígenes más remotos la humanidad se ha preguntado qué significa esa cosa fascinante que le ocurre mientras duerme; de dónde viene esa especie de pantalla cinematográfica sobre la que suceden representaciones imaginarias desobedeciendo a las reglas de la lógica y que son capaces tanto de aterrarlo como de llenarlo de placer. Allí todo pasa sin la intervención de su voluntad y consentimiento, como si nada le perteneciera. Sin embargo, el protagonista de esa cotidiana incursión en el sombrío universo sabe que le ocurre a él y que, en alguna medida, las historias fragmentadas y los hechos más enigmáticos que se presentan, le atañen. Se ha intentado dilucidar el sentido de las ensoñaciones devolviendo lo que ha ocurrido al terreno de la realidad. Durante cientos de años, el hombre ha tratado de interpretar lo que ha soñado. Aún hoy continúa teniendo, para muchos, carácter mágico convencidos de que "algo" en el más allá les dictará el número que deben jugar a la lotería para ganar o la conducta a seguir con la finalidad de obtener un resultado concreto. Desde siempre el ser humano sintió la imperiosa necesidad de orientarse y asegurarse dentro de una realidad, encontrar claves para defenderse de los espectros del pasado, las indecisiones del presente y las incertidumbres del futuro. Por eso, la primera respuesta que se dio al interrogante sobre el significado de los sueños, obedecía a sus requerimientos, algo que le dijera qué hacer hoy, qué le espera mañana y sus innumerables por qué y para qué. Por lo general, en todo sueño surgen restos de circunstancias vividas durante el día o en momentos pasados que se repiten por lo general deformadas. Sin embargo, no existen reglas fijas ya que todo sueño pertenece y está inscripto dentro del mundo interior de cada persona con particularidades dadas por la cultura y la propia experiencia de vida. De cualquier modo, el mundo de los sueños no tiene nada de mágico ni de ultraterreno. Es apenas una manifestación fantasmagórica, inquietante a veces que pertenece sólo al protagonista, inclusive cuando soñamos que en nuestro país no hay actos de protestas, plena ocupación laboral, cero inflación, pero que en definitiva existe la posibilidad de que podría ser real. Total, y mientras tanto, como dice el refrán: soñar… no cuesta nada.
Por Carlos R. Buscemi
Escritor
