Cuando uno se encuentra en el centro de la Plaza Roja de Moscú, no puede dejar de mirar en todas direcciones. Es lo natural para admirar los magníficos edificios que rodean este espacio tan emblemático. Y uno de ellos es el Museo Estatal de Historia que acapara la atención por el llamativo color de sus paredes, de un rojo casi sangriento, además de su tamaño, claro.
Sus paredes y sus torres se parecen mucho a las del Kremlin, también hechas de ladrillos rojos. Es de un estilo barroco moscovita y es el museo nacional más grande del país. Fue impulsado por la Sociedad Científica de Rusia en 1872, con la finalidad de construir un depósito que albergara los más importantes documentos históricos.
Cuenta con 39 salas distribuidas en dos pisos que representan la historia de esta nación, desde los tiempos más antiguos hasta principios del siglo XX, y es imposible recorrerlo por completo en una tarde.
En su interior, impresiona la vasta colección de bellas artes ya que cuenta con más de 500 mil objetos de exposición. Estos incluyen retratos de políticos rusos y extranjeros, paisajes de varias regiones del país, grabados y litografías. Es notable que el museo guarda no solo las obras de maestros reconocidos, sino también las de pintores de poca fama.
Además, se observan objetos muy diversos, desde hallazgos arqueológicos, manuscritos y libros impresos antiguamente, pasando por armas rusas y extranjeras, joyería, artículos de cristal y cerámicas, hasta trajes nacionales y muebles antiguos de las mansiones privadas. Entre estos últimos se aprecian pertenencias de monarcas rusos, tales como Iván, el Terrible; Pedro, el Grande y los últimos representantes de los Romanov.