Peese a que desde que asumió como la máxima autoridad de la Iglesia católica las normas en las visitas cambiaron un poco, sigue existiendo un protocolo a respetar a la hora de estar cara a cara con el Papa Francisco. El más básico de todos es la forma en que hombres y mujeres deben vestir para ser recibidos y pararse ante él, sobre todo en la Santa Sede.
Sin embargo, esto no lo sabía Jimena Barón cuando fue a visitar a Jorge Bergoglio con su hijo Morrison hace ya algunos años. La actriz compartió en su cuenta de Instagram una postal con el pontífice en Roma. La foto incluía una anécdota desopilante, que hoy fue revelada por la actual pareja de Juan Martín Del Potro.
En la postal se la puede ver a Barón con Momo en sus brazos y a Bergoglio a un lado ante la mirada de algunos camarógrafos. Lo insólito fue que Barón obvió el protocolo de visita y fue vestida completamente de blanco, algo que llamó la atención de sus seguidores y, sobre todo, de los presentes.
Una publicación compartida de Jimena Baron (@baronjimena) el
Cuando una internauta advirtió el error de Barón, la actriz se excusó: "Daniel jamás me avisó. Él no vino, fui sola con Momo y apenas llegamos al Vaticano veo que estaban todos de negro y yo de blanco como una paloma. Me hizo quedar como el ogt, quería matarlo", relató, con humor.
Y agregó: "Y él cagado de risa… yo veía que caían todos de negro y pensaba… ‘Qué coincidencia, todos vienen de negro’… Hasta que me di cuenta que algo andaba mal…". Lo cierto es que muy pocas mujeres tienen el derecho de pararse delante del Papa completamente de blanco.
Las normas son claras. Los caballeros deben acudir ante la presencia del Sumo Pontífice vestidos de traje oscuro –negro, azul marino o gris oxford– y corbata en tonos sobrios. Las mujeres, en cambio, tiene una sola opción: lucir un vestido o traje formal en color negro, sin escotes, de manga larga. El vestido debe ser largo hasta debajo de las rodillas.
Por ninguna circunstancia, una mujer debe presentarse vestida de blanco en las audiencias con el Papa. Esa es una concesión exclusiva a las reinas católicas y a las consortes de los monarcas católicos a manera de agradecimiento a las casas reales que fueron fieles a la iglesia católica cuando todos los reinos se convirtieron al protestantismo.