Fantasma. El Chinguillo es casi un pueblo fantasma. Sus casas están vacías y por las calles no anda nadie. Algún que otro animal de Juan Solar transita los callejones rodeados de una impactante arboleda.

 

Es un paraíso justo en el ingreso a San Guillermo. Hay una escuela, una capillita y varias quintas con sus respectivas viviendas. Pero todos estos sitios están vacíos. Esto porque en el pueblo ya no queda casi nadie. A excepción de Juan Solar, un hombre de 81 años, que se resiste a dejar el lugar que lo vio nacer y donde tiene sus animales y huertas. El hombre salió a pedir desesperadamente, que arreglen la huella. Es que por las crecidas del río, prácticamente vive aislado. El pueblo es El Chinguillo, un paraje que está a 75 kilómetros de Rodeo, en Iglesia.

"El río hace dos pasadas y es imposible transitar la huella, a no ser que se ande en 4×4 o a caballo. Es un problema de vieja data. A pesar de los constantes reclamos nunca nadie se hizo cargo. Yo estoy grande y ahora tengo un hijo al lado mío. Pero no me quiero ir. Acá tengo mi vida y mis animales", dice don Juan, que fue el que levantó hasta la escuelita que, décadas atrás, estaba llena de niños ansiosos por aprender a leer y escribir.

Don Juan nació en El Chinguillo, un paraje llamativo por el impactante paisaje. Montañas, árboles y animales forman parte de un escenario que deja a más de uno con la boca abierta. Sobre todo los investigadores que deben pasar por el lugar para llegar hasta el Parque Nacional San Guillermo. Pero este hombre, que se resiste a dejar sus tierras, vio cómo el pueblo se fue llenando de fantasmas lentamente.

"De a poco se fueron todos. Tengo 11 hijos que se fueron a la ciudad porque acá todo es difícil. Sobre todo el acceso", dijo el hombre.

A Rosa, su esposa, la tuvieron que trasladar a la ciudad porque necesita un tratamiento continuo. Juan contó que con lo inaccesible del lugar es prácticamente imposible que ella vuelva a su casa. "Mis hijos se fueron a estudiar y no volvieron. Ahora Iván, uno de ellos está por acá. Pero si esto sigue así, también se irá", agregó Juan.

Solar subsiste gracias a la cría de animales. Tiene 10 hectáreas y además posee una huerta. Pero contó que cada vez es más difícil mantener el lugar porque nadie quiere ir a trabajar allá. "Yo tengo más de 80 y no puedo solo. Pero tampoco puedo irme y abandonarlo todo", aseguró.

El éxodo comenzó hace varias décadas. Aunque el problema del camino siempre existió. Don Juan contó que antes todos se animaban a trasladarse a caballo y ahora no. Lo único que pide es que una máquina retroexcavadora haga un badén más profundo y limpie las dos pasadas que tiene el río. "Esto no sólo es un beneficio para mí. La gente que viene a San Guillermo tiene que ingresar por el Norte, hacer muchos kilómetros más porque por acá está siempre cortado. Arreglar el acceso es una ventaja para todos", dijo Juan.

Otro de los inconvenientes que tiene es la falta de comunicación. Si bien se manejan con una radio, a través de la red de Gobierno, tiene la posibilidad de conectarse a las 11 de la mañana. El resto del día la comunicación es inexistente. "No hay señal de celular. Nadie sabe si estamos vivos", dijo.

Hace un par de meses, según recordó Juan, su hijo Iván se quedó varado en una de las pasadas del río, tras una crecida. Por dos días nadie supo de él por falta de comunicación. "Seguro que cuando sus hijos crezcan él también tendrá que irse a la ciudad", concluyó el hombre, que además fue quien levantó, con sus propias manos, la capillita que hay en el lugar. Hoy se lamenta por ver decenas de quintas con sus casas abandonadas, sus nogales secos y sus manzanos con frutas que nadie aprovecha.

 

Para llegar a El Chinguillo hay que pasar Angualasto y seguir la huella.

 

 

Pueblo de olvidos

El Chinguillo siempre peleó con el fantasma del éxodo. En 2004 habían en el lugar unos 8 habitantes y unos años después, el número de gente aumentó. Tanto así que Juan Solar decidió construir una escuela para que los niños pudieran estudiar. Esta construcción está dentro de su terreno y ahora, que no hay tizas ni pizarrón, el sitio se convirtió en un albergue para quienes pasan por allí.

A principios del 2000 colocaron paneles solares y una turbina para generar energía. Hace unos meses, tras una tormenta y crecida del río, los paneles se rompieron. Esto dificulta la generación de energía, otro problema al que se enfrenta don Solar.

Durante años, a este paraje, llegaban gauchos tras una cabalgata de varios días. También fue muy popular la celebración religiosa que se realizaba en la pequeña capillita de adobe y caña, que todavía se mantiene intacta, gracias a los cuidados de Juan.