
El Mundial de Fútbol dejó muchas aristas para el análisis, aparte de su contenido deportivo. Tal cual viajero que regresa de unas vacaciones inolvidables, y en la tranquilidad del hogar repasa fotos, videos, memoriza instantes y se saborea, así estoy por estos días con lo acontecido en Qatar. He visto incontable cantidad de veces el partido final con Francia y cada vez le descubro nuevas situaciones, jugadas, impresiones, rostros. Como me pasa cuando vuelvo a repasar la película "El padrino", o "Esperando la carroza", por nombrar dos de las que más me atraparon.
Y es que este mundial, y más precisamente el partido final, se me ocurre tiene todos los ingredientes para el guión de una novela dramática, de suspenso, terror, y romántica. Esto en cuanto al género, y en cuanto a la estructura que requiere una novela, tiene los argumentos indispensables para su introducción, luego el desarrollo de la trama, y desembocar en un final incierto. Feliz para el vencedor y terrible para el derrotado. Garantizando que el público esté como atornillado a su silla, con la boca seca, el corazón latiendo a mil y experimentando sudores y otros estados propios de un ataque de pánico.
LA INTRODUCCIÓN – PROTAGONISTAS
La introducción suele llevar una descripción de los personajes, y su ubicación en tiempo y lugar. Sus anhelos, sus miedos, y todo el cúmulo de vivencias que los pusieron allí, en escena. El protagonista principal, en este caso, no es una sola persona. Sino un equipo. Y cada uno con su propia historia a cuestas. Sus distintas motivaciones. Tres de ellos, Messi, Di María y Otamendi, movidos por la sed de revancha. Otros, los más nuevos, por la avidez de mostrarse, de afirmarse en sus carreras y recorrer el camino de gloria y notoriedad de aquellos tres. Estos, con una abultada cuenta bancaria, tensionados por los clubes más grandes de Europa, tienen sin embargo una cuenta pendiente. Que arrastran desde varios años a esta parte. Diría que del 2006. La frustración de ser "sub" en 2 copas América y lo más amargo, segundos en el Mundial de Brasil, les hizo ser foco de ácidas críticas, que los impulsó a abandonar la albiceleste. Cansados de ser segundos, de llegar pero no concretar.
El novelista sigue entonces hurgando entre los personajes necesarios para dar con el restaurador, capaz de sacarle brillo otra vez a esas estrellas que amenazaban con apagarse. Que tuviera poder, pero más que nada la convicción, solitariamente edificada, de que les podía recuperar su fulgor perdido. Para darle más emoción a su riesgosa jugada, era indispensable que nadie lo supiera, ni imaginara. Y fue así como ese hombre, el "Chiqui" Tapia, en silencio se fue hasta Barcelona y con el objetivo de ser escuchado por la estrella principal, Messi. Este prometió volver y puestos a escudriñar un jefe, dieron con el menos pensado. Lionel Scaloni. Cayó como una bomba. Era uno más dentro del cuerpo técnico que fracasó en Rusia, y fue blanco de los reproches de todos, probos y réprobos. El joven jefe empezó a exhibir una fortaleza mental indestructible, se hizo de un equipo técnico joven como él, pero de larga experiencia vistiendo la camiseta nacional. Y con ellos, mientras se sucedían los ensayos, fue delineando un combinado nuevo, con el solo injerto de aquellos tres "viejos", alentados por su sed de revancha.
LA TRAMA EN DOS EPISODIOS
Y comienza la trama. Con un primer episodio exitoso, la Copa América de 2021. Donde el "muchacho", protagonista, héroe y capitán, volvió a sonreír y sus otros dos compañeros de antiguos infortunios, también. Iba apareciendo el equipo. Después el segundo episodio, el más dramático y contundente, desarrollado en tierras exóticas. El mundial. Entre rostros con velos, inesperados hinchas provenientes de India, Bangladesh o Argelia, cinchando por Argentina, y una alegría en las calles, sana, sin alcohol, sin agresiones. Bullanguera e inofensiva. Los podíamos ver a las veintidós, a la una, o a las cinco de la mañana, siempre igual, siempre contentos, la mayoría vestidos de blanquiceleste. Como un preanuncio.
BELLEZA, TERROR, DRAMA, PÁNICO
El guión aportó belleza, como el segundo gol ante los franceses, o el primero ante Países Bajos, el de Enzo a México, el de Julián a Polonia. Y todos los goles en general, como que construyeron uno a uno el triunfo.
Tuvo terror, contenidos en el momento de los empates de Países Bajos y Francia, cuando Argentina se encaminaba al triunfo. Drama, en las definiciones por penales ante Países Bajos y Francia. Pánico, cuando quedó solo Kolo Muani para el cuarto de Francia y el gran "Dibu" se abrió como un monstruo marino de grandes tentáculos, para desviar el remate y provocar otro momento angustiante, el de los penales.
EL FINAL
Y tuvo alegría, extrema, estentórea, cuando Messi, el "muchacho" de la película, levantó la copa. Final feliz, con "la damita joven" de la obra, clásica morocha argentina, linda, simpática, madre y compañera del "muchacho", robándose corazones desde la tribuna. De hombres y también de mujeres, no me digan que no. Antonella Roccuzzo. El final de la obra fue la recorrida, atronada por millones, cantando, saltando, con un grito histórico que arrancó en la autopista Ricchieri y se expandió como onda sonora por todo el país. Típica obra del realismo mágico, con un título que se me ocurre extraño, pero que será recordada por siempre. "Qué mirá, bobo".
Por Orlando Navarro
Periodista
