Con su prólogo y tres actos (aunque tranquilamente podría decirse cuatro actos, porque el prólogo es casi uno), el viernes pasado y a sala llena debutó La Bella Durmiente en San Juan, una coproducción del Teatro del Bicentenario y el Colón, en versión -y dirección- de Mario Galizzi, sobre coreografía de Petipa. De sus manos, el público local tuvo la oportunidad de ver en su bello teatro (lástima la poca pendiente de la platea, que queda en evidencia sobre todo en espectáculos de danza y que obliga a los de atrás a estar cabeceando), de forma "completa’ (hay algunos cuadros abreviados, lógicamente, como el "divertissement’ del último acto, donde aparecen varios personajes de cuentos) y con bailarines locales (dato nada menor, porque habla de la evolución de los mismos y del reconocimiento en su tierra) e invitados, uno de los grandes clásicos del ballet, de los "obligados’, asentirá el director general. Un cuento danzado lleno de magia y color, que no es nada difícil de seguir, dada su popularidad y la gestualidad marcada de los personajes. También son claros hasta para oídos poco entrenados los distintos climas que genera la preciosa música de Tchaikovsky. Y el gran despliegue de vestuario y sobre todo la escenografía (sobre todo la del castillo) no sólo impactan al espectador en su primer contacto, sino que también sitúan la narración en su época. La Bella Durmiente es, si se quiere, un ballet fácil de "entender’ para el público. Sin embargo, la "sencillez’ que puede significar para el espectador transitar por otro modelo de la eterna lucha entre el bien y el mal, donde triunfará el amor; tiene como contrapunto la alta demanda que significa tanto para los músicos -que, bajo la batuta de Emmanuel Siffert, se lucieron con una brillante ejecución- como para los bailarines que la encarnan.

La Bella Durmiente tendrá su última función hoy a las 20, en Teatro del Bicentenario. Entradas en venta en boletería y en www.tuentrada.com. Todos los medios de pago.
Pese a la cantidad de artistas que involucra, este ballet ofrece oportunidad de lucimiento para todos: figuras, solistas, cuerpo de baile, participaciones menores (como la de las simpáticas pequeñas, para quienes será una experiencia inolvidable)y figurantes; casi todo el tiempo en escena (y hay que estar más de dos horas al 100%). Las figuras invitadas encabezadas por Paula Penachio y Damian Torío como Aurora y Desiree llevaron muy bien sus protagónicos, con solvencia e histrionismo. "Aurora y Desiree’ destacaron en el gran pas de deux del último acto (¡esas poses de "el pecado’!), lo mismo que Emmanuel Vázquez con su ágil Pájaro azul (baterías a full). Y el elenco local -en constante superación- demostró que tiene con qué ponerle el cuerpo y el alma a esta obra y a las que vengan, pese a los evidentes nervios del debut, que se manifestaron más de una vez con tambaleos y terminaciones imprecisas; pero que fueron atenuándose con el correr de la música. Las solistas -parte de nuestro seleccionado- se lucieron, aunque no todas por igual, algunas sobresalieron por su precisión y seguridad en el tapete, otras más por su expresividad. Notable crecimiento de los varones con menos trayectoria (tienen condición física, pero hay "detalles’ para seguir puliendo, como las bajadas de los saltos, las posiciones y empeines). Y para celebrar, puntualmente, las desafiantes actuaciones corales, que resultaron parejas, prolijas y coordinadas.
Una nota curiosa es que el viernes, noche de estreno, hubo aplausos calurosos, más marcados para uno u otro artista, pero el teatro no se puso de pie al final, pidiendo bis, como suele verse también en ballet. Nadie "¡deslumbró!’. Pero con arduo trabajo, compromiso y conciencia, los artistas -especialmente los dueños de casa, entre los que hay bailarinas excelentes- dejaron a la La Bella Durmiente del lado de las ganancias en el balance de la cultura local. Y subieron la vara un poquito más.


Fotos: Marcos Urisa y Teatro del Bicentenario
