El constante crecimiento evangélico, particularmente neopentecostal, ha llevado décadas sin ser contemplado. Fue en Brasil donde el fenómeno comenzó a ser considerado seriamente como resultado del número de fieles, por el desembarco en la política de muchos pastores y por la llegada de Bolsonaro al poder.
Cuando en 1906 el pastor afroamericano de la Iglesia Metodista Episcopal Africana de Los Ángeles, William J. Seymour, inició el movimiento pentecostal lejos estuvo de imaginar el alcance que tendría tanto dentro como fuera de EEUU.
El pentecostalismo, que se basa en la doctrina del bautismo en el Espíritu Santo, tuvo una deriva en los movimientos neopentecostales que se extendieron rápidamente y que se caracterizan por poseer líderes carismáticos que encontraron en el diezmo, los negocios inmobiliarios y el control de medios de comunicación formas de sostener el culto.
Poco después este movimiento evangélico desembarcaría en Brasil de la mano de la Congregación Cristiana y de las Asambleas de Dios, dando inicio así a un fortalecimiento de los movimientos evangélicos que ya existían desde el siglo XIX y que posibilitaron que, por carga demográfica, aparecieran en Brasil las iglesias más poderosas y ricas.
Estas iglesias no se encuentran unidas ya que difieren en cuanto a sus prácticas religiosas y litúrgicas, llegando a desarrollar cada una de ellas sus propias celebraciones y a determinar sus elementos materiales sagrados o depositarios de fe.
Ya en la década de 1950, estos movimientos comenzaron a experimentar un crecimiento exponencial a partir de la generalización de prácticas vinculadas con "curas milagrosas", que han generado múltiples cismas, pero que han dado amplia popularidad a estas iglesias entre los sectores sociales más desprotegidos.
En 1977 comenzó el moderno fenómeno evangélico en Brasil. Ese año Edir Macedo fundó la Iglesia Universal del Reino de Dios -IURD-. Este personaje singular, nacido en un pueblito del Estado de Río de Janeiro, pasó de ser un oscuro funcionario público a un exitoso predicador.
Escritor de libros religiosos, doctor en teología y empresario, hizo que "su iglesia" pasara de ocupar una funeraria a construir, en 1999, el gigantesco "Templo de la Gloria del Nuevo Israel, también llamada la Catedral Mundial de la Fe, una iglesia gigantesca ubicada en Río de Janeiro.
Este crecimiento no se detuvo allí. Aún faltaba "conquistar", tal el lenguaje materialista que emplea, Sao Pablo. Para ello Macedo no sólo estaba dispuesto a construir un templo grandioso, sino también a dar un golpe de efecto.
Decidió traer 40.000 m2 de piedra desde Jerusalén, procurando que sea la misma que la del Muro de los Lamentos, y mandó a construir, invirtiendo 300 millones de dólares, una grandiosa réplica del Templo de Jerusalén en el superpoblado barrio paulista de Brás, convirtiendo al edificio en la sede mundial de la IURD.
Tanta es su influencia que logró que la por entonces presidenta Dilma Rousseff, el gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin y gobernadores de otros diez estados estuvieran presentes.
Lanzado a la carrera presidencial, Jair Messias Bolsonaro, consciente del crecimiento evangélico neopentecostal y adherente al mismo, buscó el apoyo del obispo Macedo y de su IURD, la organización evangélica más poderosa y rica del país y que constituye una verdadera herramienta de "poder blando" brasileño.
Además, sumó Bolsonaro el apoyo de otros grandes personajes de la comunidad evangélica neopentecostal, como Everaldo Pereira -pastor de la Asamblea de Dios Ministerio Madureira-, Silas Malafaia -de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo-, Robson Rodovalho -líder de Sara Nossa Terra-, y de un personaje que consideraba clave para su futuro gobierno, Hidekazu Takayama, el parlamentario que preside en la Cámara de Diputados lo que se denomina la "bancada de la Biblia", el lobby evangélico en el poder legislativo.
Solo la IURD cuenta hoy con siete millones de seguidores, 320 obispos, 14.000 pastores y 7.200 templos en Brasil. Tiene su propio partido político, el Partido Republicano Brasileño, y la cadena de televisión TV Record, que realizó telenovelas de temática religiosa como lo fueron "Moisés y los diez mandamientos" y "Josué y la tierra prometida".
Por otra parte, que se convierta en alcalde de la ciudad de Río de Janeiro Marcelo Crivella, sobrino de Macedo, y que Wilson Witzel, un ex juez federal integrante del Partido Social Cristiano controlado por Pereira, ganara las elecciones a gobernador por el Estado de Río de Janeiro, fue considerado el corolario de un plan evangélico destinado a "conquistar" diversos cargos ejecutivos y en la Justicia.
El lobby político evangélico, del que se especula que controla el 20% del electorado, ha conseguido llevar adelante proyectos conservadores como el "Estatuto de la Familia", donde se reconoce que la familia es "solo" la entidad "formada a partir de la unión entre un hombre y una mujer y la comunidad formada por cualquiera de los padres y sus hijos", y el proyecto de ley para reducir la edad de imputabilidad penal de los 18 a los 16 años.
El triunfo del "Mito" o "Messias", tales los sobrenombres que recibió Bolsonaro en campaña, dejó en claro que su crecimiento político en parte se debió a la sólida base inicial proporcionada por los poderosos cultos evangélicos que lo ven como a un igual ya que, si bien él se declara católico, ha sido bautizado en las aguas del río Jordán por el pastor Pereira, a cuya iglesia pertenece su actual esposa, Michelle Reinaldo.
Si bien la comprensión de la importancia de la participación activa en política y la vocación por el poder por parte de los evangélicos nació en Brasil, se trata de una conducta que se está extendiendo ampliamente en América Central y del Sur.
Por ejemplo, en las recientes elecciones de Bolivia el tercero más votado fue Chin Hyung Chung, un médico y pastor presbiteriano originario de Corea del Sur, que con el Partido Demócrata Cristiano llevó adelante una campaña conservadora, con críticas a Morales y a la comunidad LGTB, lo que le generó el mote del "Bolsonaro boliviano".
Situaciones similares fueron la elección presidencial argentina, donde muchas iglesias evangélicas acompañaron la fórmula de la alianza NOS, integrada por Juan José Gómez Centurión y Cinthya Hotton, con un marcado discurso contrario al aborto, y antes Venezuela, donde el polémico -ahora ex pastor- Javier Bertucci participó de los comicios de 2018 con su partido Esperanza por el Cambio.
Las intervenciones políticas de los referentes evangélicos han demostrado dos cosas. La primera es que, antes que con un pastor, es más fácil llegar al poder mediante un adherente, como Bolsonaro en Brasil o Jimmy Morales en Guatemala, o un aliado político que adopte su base programática, como Salvador Sánchez Cerén, el anterior presidente de El Salvador, o el actual, Nayib Bukele.
La segunda es que se exponen a la lupa del periodismo y de la justicia, como fue el caso del mencionado Bertucci, pastor de la Iglesia Cristiana Maranatha, que en 2010 fue arrestado por estar asociado a una operación de contrabando de combustible diesel y en 2016 apareció mencionado en los "Panamá Papers", supuestamente por ocultar activos y ganancias en paraísos fiscales.
No hay proceso político en el que los pastores no participen. Lo demostraron en Colombia, donde las iglesias evangélicas fueron claves en el referéndum que rechazó los acuerdos de paz con las FARC, y en Costa Rica, donde lograron que un cantante de música cristiana y conductor televisivo, Fabricio Alvarado Muñoz, ganara la primera vuelta en las elecciones presidenciales de 2018, para ser derrotado en el balotaje por la unión del voto progresista.
Otro caso fue México, donde la llegada del pragmático líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador a la presidencia en parte se debe a la alianza que formalizó con el partido evangélico Encuentro Social, que lo llevó a López Obrador a adoptar con fuerza postulados políticos defendidos por los evangélicos, como el combate a la inseguridad y al narcotráfico.
Estos líderes y sus movimientos comparten ideologías y valores comunes. Son liberales en lo económico y conservadores en lo social, lo que los obliga a oponerse al matrimonio igualitario, se resisten al aborto -al que aceptan solo para casos en los que la vida de la madre está en riesgo-, y en el plano internacional defienden al Estado de Israel, ya que creen que el regreso del pueblo hebreo a su tierra prometida es esencial para la segunda venida de Cristo.
Aunque la recepción y el crecimiento del movimiento evangélico neopentecostal difiere en cada país latinoamericano, recién ahora, con la llegada del "Messias" a la presidencia de Brasil, ha quedado en evidencia la importancia que tiene como fenómeno político.