A Benjamín le gusta escabullirse, es hiperactivo y derrocha energía. Pega un salto, se ríe a carcajadas y manipula un perro de juguete en la cama del hospital Rawson de San Juan. El nene, de cinco años, está visiblemente recuperado de su odisea. Permaneció 22 horas perdido en un monte, en la zona desértica de El Salado, en el municipio de Albardón, plagada de matorrales y cactus. Pasó frío, hambre y sed. En su relato de la noche amenazadora, le cuenta a Clarín: “Llamaba a mi mamá, pero ella no me escuchaba porque estaba muy lejos. Me dolía la panza cuando estaba durmiendo en el piso”.

 

 

Caminó 21 kilómetros entre la maleza y los arbustos, en una zona en donde hay pumas, arañas, víboras, alacranes y otros animales de zonas desérticas. Los rescatistas se sorprenden aún de la cantidad de kilómetros que deambuló Benjamín, vestido sólo con una remera azul y pantalón negro, sin agua y ni siquiera una gorra para protegerse del sol. “Apenas tiene unos raspones y picaduras, de a poco me cuenta cómo se perdió”, dice su mamá, Andrea Quiroga (44), médica y con tres hijas de su primer matrimonio. A su vez, Benjamín tiene otras tres hermanas del lado de su papá. En total, en la familia son seis mujeres, de 20 a 14 años, y Benja, el único varón y el más pequeño.

 

 

 

 

“¿Por qué no me buscaste?”, dice la mamá que fue lo primero que le dijo Benja cuando se encontraron en un abrazo interminable en el hospital. El nene había aparecido a las 16.30 del lunes. Estaba consciente y apenas deshidratado, sentado bajo un árbol. Las huellas del pequeño hacia el monte sirvieron de guía para un grupo de baqueanos y motociclistas, quienes lo hallaron.

 

En la misma habitación donde poco antes lo visitó el gobernador y la ministra de Salud, Benjamín describe en exclusiva a este diario el momento en que se perdió: “Mi mamá me estaba persiguiendo y empecé a correr. Al principio la escuchaba, pero después me perdí. Me apoyé en una piedra, la empecé a llamar, pero no me escuchaba”, recordó. Fue entonces cuando se desorientó y extravió: “Caminaba hacia una luz que estaba muy lejos, a donde estaba mi mamá”. Esa caminata se extendió por 21 kilómetros. Tuvo sed, hambre y soportó temperaturas extremas, más de 30 grados en el día a pleno sol y cero grado durante la noche. Benjamín le contó a su mamá que bebió agua de un arroyo, pero que “estaba sucia” y que trató de comer unas “plantitas” que no le gustaron.

 

El nene seguía una luz, pero en vez de acercarse se alejaba. Se hizo de noche. “Me dio frío, me asusté. Dormí muy mal, apoyado en una piedra. Había hormigas”, relata con locuacidad. Y recuerda cómo fue el rescate: “Cuando llegaron las motos me llevaron al hospital, pero recién vinieron mañana (por el día siguiente)”.

 

Cuando comenzó la búsqueda, en distintos medios se mencionó que había preocupación porque Benjamín era autista, pero su mamá aclara que no tiene esa condición: “Se perdió jugando. El creía que yo lo quería atrapar y se escabulló entre los arbustos. Tiene esa característica de hiperactividad. Se asusta, se encapricha y no escucha. El año pasado, hemos hecho un tratamiento psicológico, pero ahora no. Benja va al jardín como cualquier chico”.

 

A las 19 del domingo, tras una hora de búsqueda, Andrea tomó conciencia de que había pasado una hora y aún no aparecía Benjamín. Llamaron a los servicios de emergencia y el predio se llenó de voluntarios, cerca de 300 personas, comandadas por Defensa Civil. Fueron horas interminables. “Es desesperante. Empecé a pensar lo peor”, confiesa la mamá.

 

El instante en que la buena noticia llegó al campamento, fue como la ovación de un gol en la final de un campeonato: “Apareció, está vivo”, gritaban los voluntarios. Andrea lloró, todos se abrazaban. Benjamín fue trasladado en el helicóptero de la gobernación de San Juan al hospital. “No quería subir, tenía miedo a volar”, dice su mamá. Y finalmente lo convencieron porque iba a volver con su familia. “Me puse feliz cuando vi a mi mamá. Extrañaba a todos”, dice y sonríe.

 

 

Texto y fotos: Clarín