El martes 20 de diciembre Argentina estaba aún bajo la atención mundial por la victoria del seleccionado de fútbol en Qatar. Una creciente expectativa vinculada a la llegada de los jugadores al país, convertía en casi excluyente el tema. Sin embargo, la recorrida de los campeones tuvo que ceder en varios momentos su protagonismo a lo que no había tenido precedentes en la historia: la cantidad de ciudadanos que salieron a presenciar el recorrido. Se ha estimado que unos 4 millones de personas pueden haberse hecho presentes en las calles, lo que supera vastamente cualquier antecedente de concentración humana, al menos en Argentina. Tuvo carácter espontáneo y más bien familiar, por lo reflejado en imágenes que dan testimonio de este suceso histórico. Es posible que por eso el ambiente no estaba cargado de tensión, predominaba la alegría emotiva. Pese a ello, es imposible reconocer algún tipo de homogeneidad en semejante aglomeración. Personas que se arrojaron desde puentes al vehículo que transportaba a los jugadores es suficiente refrendo de ello. La inevitable variopinta condición humana es lo que los Estados deben ponderar en esta clase de situaciones, a fin de prever medidas de seguridad mínimas. Porque no hacen falta motivos; ciertos perfiles humanos sólo esperan cualquier oportunidad para revelarse.

No obstante haber concluido el recorrido sin mayores episodios que lamentar, ha comenzado a emerger una interpretación perniciosa. Se ha expresado, tanto en redes como en medios, que la mencionada exteriorización ciudadana no generó incidentes dada la alegría y que en general el argentino es "bueno". Una generalización de este tipo, además de ser absolutamente injusta para todos, hace necesario evocar un caso cercano en el tiempo para hacer patente el grave error de perspectiva. El pasado 29 de octubre, en un callejón de Corea del Sur, fallecieron en una estampida 158 personas. Se estima que a lo sumo podrían haber estado aglomeradas unas 100.000. Compárese este número con el de la celebración argentina a fin de mensurar el riesgo. Y esos jóvenes coreanos estaban festejando Halloween, indudablemente también con espíritu celebrativo. Son múltiples los posibles detonantes de una tragedia en semejantes concentraciones, como podrían ser reyertas por ocupar un lugar, asfixias por grupos que empujan, derrumbes por sobrecargas, avalanchas humanas y no habría que descartar eventuales instigadores a la violencia. En la multitudinaria celebración argentina los concurrentes ocupaban las calles dificultando la circulación vehicular, marcando en ese sentido un contraste con la similar recepción de Marruecos a su equipo, con la ciudadanía sobre veredas. Tal vez todo se derive de una premisa equívoca que fue inoculada y fomentada en nuestro país, consistente en que la democracia otorga derecho absoluto sobre el espacio público y eventualmente sobre el privado. Democracia es justamente lo contrario, respeto por los espacios de cada cual, en el más amplio sentido.