Durante las décadas de la Guerra Fría, regía casi con la categoría de doctrina un principio estratégico para la disuasión nuclear. Se lo denominó "Destrucción Mutua Asegurada". Básicamente consistía en que el acumular armas nucleares, cada vez más potentes, llevaba el propósito real de no utilizarlas jamás. Es que en caso de hacerlo, toda forma de vida sobre el planeta terminaría. Considérese que ya en 1954 se probó la Bomba de Hidrógeno, por parte de EEUU, 1.000 veces más potente que el artefacto lanzado sobre Hiroshima.
En el transcurso de los años, las potencias poseedoras de la bomba atómica lograron abstenerse de su uso, y los stocks de artefactos nucleares fueron disminuyendo. Pero un paulatino abandono del principio de la Destrucción Mutua Asegurada ha traído un escenario probable igualmente terrible. Hace un tiempo que se comenzó a hablar de la existencia de armas nucleares de baja potencia. Tienen una potencia de "sólo" un tercio de la utilizada en Hiroshima, técnicamente hablando unos 5 kilotones. Es decir, la utilización de estas bombas conllevaría la destrucción absoluta del lugar donde fuese detonada, pero de manera más restringida. Según especialistas, los efectos de la radiación no serían así de acotados, dado que este tipo de energía tiene varias maneras de esparcirse, por distancias en muchos casos muy extensas.
La invasión rusa a Ucrania, el pasado 24 de febrero, había sido prevista por el Kremlin como una maniobra militar que insumiría pocos días. Tal formidable error de cálculo ha llevado a Rusia a justipreciar tanto su economía como su futuro en un grado de riesgo que no habían imaginado ni siquiera en el peor de los escenarios. Diversas fuentes suministran cifras dispares, pero se estima que este país habría perdido unos 55.000 efectivos, además de otros considerables recursos. El gobierno de Putin ofrece tierras, sumas de dinero, entre demás atractivos, a fin de tentar a ciudadanos para que se incorporen al ejército. Esto daría la pauta de que sería real la creciente carencia de soldados.
Ya fuere por estos problemas militares, o por las secuelas económicas en el mediano y largo plazo, es que Vladimir Putin necesita darle una culminación a esta degradante situación. Posiblemente por ello, es que fuentes internacionales calificadas han dejado trascender que Rusia podría utilizar armas nucleares de baja potencia sobre Ucrania. Ya no habría bunkers ni sótanos en los que la población pudiera guarecerse. Las ciudades serían destruidas, ahora con toda su vida humana, animal y vegetal. Hoy se ponderan también daños de orden global, como caída de la temperatura media en todo el orbe en 2,5º, daño en la capa de ozono, crisis alimentaria al arruinarse el fértil suelo ucraniano, consecuente subida de precios, desplazamientos humanos que darían lugar a desajustes demográficos y económicos.
