La guerra bacteriológica constituye actualmente el mayor peligro para la humanidad, un flagelo que habrá que evitar.

Sin pretender de manera total y absoluta hacer un paralelismo de acuerdo a las circunstancias y menos aun todo tipo y forma de acusaciones, deseo que este escrito sea interpretado solo como una reflexión de lo que estamos viviendo. El poderío atómico alcanzado por distintos países ha establecido un cierto equilibrio que, paradójicamente, ha dejado en suspenso la amenaza nuclear con la que hemos vivido hasta hace poco. Una aventura semejante, implicaría la mutua destrucción. Las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki estallaron también en la conciencia de la humanidad. Desde entonces el fantasma de una guerra atómica se hizo más que evidente. Alimentó el miedo del hombre y hasta oscureció su visión de futuro. La geografía japonesa sirvió de decisivo y catastrófico espejo en cuanto a lo que puede ocurrir en el mundo si se busca, por un camino semejante solucionar las tensiones internacionales. Sin embargo, la bomba atómica ha pasado a segundo plano. Es hoy, más un fantasma que una amenaza.

Existe un peligro mayor y del cual, hasta el momento no se tenía conciencia. Acaso sorprenda a muchos pero la guerra bacteriológica constituye el gran riesgo para el futuro del mundo, repito, lo que no está ocurriendo ahora. Las hostilidades con microorganismos aparecieron en 1915. Fue la novedad que enarboló la Primera Guerra Mundial, cuando la infantería de uno de los países beligerantes atacó con gases. El resultado fue terrorífico. Con esta acción se iniciaba la guerra tóxica, que luego se generalizó en todos los frentes. Ambos bandos recurrieron al uso de gases letales y paralizantes, proceso que culminó con el bombardeo de productos químicos que castigaban los cuerpos,en la piel y en el organismo, prolongando su efecto durante días aunque sin provocarles la muerte. Pero estas circunstancias pertenecen a la historia si se las compara con las modernas. Un eminente hombre de ciencias británico, Lord Ritchie Calder, manifestó su temor a que algún día se pueda crear un microbio o un germen, capaz de barrer con la vida de muchos seres humanos. Este peligro afectará tanto al país que use estos gases como al que ha sido atacado. Precisamente el cuidado que impone lo expuesto no basta, pues por descuido, error, u otra circunstancia, puede hacer trizas la voluntad y la razón del hombre. El mundo de hoy se conmueve con las imágenes de Hiroshima y Nagasaki, pero olvidan que, a pesar de las razones del equilibrio que se ha establecido entre países poseedores de armas atómicas, se cierne sobre nuestro planeta un espectro más terrorífico aun: la guerra bacteriológica, o "El microbio del Juicio Final”. Lo que nos está ocurriendo podría ser una clara advertencia.

 

Por Carlos R. Buscemi 
Escritor