Estuvo a punto de tomar la decisión que se le retirara el respirador a un paciente infectado de Covid-19 para asistir a otro y fue la repentina muerte de un tercero lo que evitó que tan drástica resolución tuviese que aplicarse. Esa es una de tantas situaciones que tuvo que vivir este año en Santiago el sanjuanino Damián Orellano, médico radicado en la capital de Chile hace 5 años, debido a su lugar en la lucha contra la pandemia.

Santiago es una de las ciudades más afectadas en esta parte del mundo por la pandemia de coronavirus y Orellano es jefe de guardia en el Hospital San José, ubicado en una zona populosa de la ciudad trasandina. Ocho de los doce integrantes del equipo que lidera ya se infectaron con el virus, por lo que el especialista en cirugía general y endoscopía diagnóstica y terapéutica siente que es más probable que también terminará contagiado, aunque aclaró que su preocupación apunta a que no les pase nada a su esposa y a su hijo.

Reconoció que antes de la pandemia estaba evaluando renunciar al cargo en el hospital público, que este año se transformó en un frente de batalla desde el principio de la circulación del virus y a él le tocó vivir en la trinchera. Orellano recordó que “se conformó un comité de ética, porque sabíamos que en ciertos momentos habría pacientes que no iban a salvarse y los recursos que se destinaran a ellos podrían salvar a otros”. El jefe de turno, como se denomina el cargo en Chile, pasó por la experiencia de tener que escoger a quien salvar entre dos personas y a último momento no se aplicó la medida por la ‘ayuda’ que brindaba la muerte de otro paciente.

Parte del equipo de trabajo en el Hospital San José, ubicado en recoleta, zona populosa al norte de Santiago.

Como postal del colapso sanitario, se instalaron carpas para poder atender a pacientes con Covid-19. Y en los alrededores comenzaron a deambular chilenos en situación de calle, según reflejó en un reportaje la agencia EFE.

Orellano, que nació en Córdoba creció en San Juan (donde hoy viven sus padres y hermanos, entre otros familiares), subrayó que había que atender a personas que estaban en el hospital por no respetar la cuarentena, como un joven que salió a realizar deportes extremos y luego, con la cabeza abierta, se exponía al riesgo de contagiarse.

En el área de la medicina privada, el médico también está expuesto, ya que en la práctica de endoscopías el riesgo de contagio aumenta 4 veces. Incluso en lo personal Orellano admitió que se vio afectado. Sentía angustia al ver las calles vacías al principio de la cuarentena, que se declaró el 15 de marzo. Contó que estaba acostumbrado a ver a su familia y amigos en San Juan a lo sumo cada dos meses y si bien mantiene un permanente contacto “las videollamadas no son lo mismo”.

En familia, con su esposa y el primogénito, en el departamento que viven en Santiago.

En las conversaciones con su madre, vecina del Barrio Jardín Policial, es tildado de ‘pesimista’ porque considera que la lucha contra la pandemia todavía tiene larga vida. “Por lo que veo, en los países donde ya pasaron la primer ola, tuvieron problemas de nuevos brotes luego de liberar las actividades. ¿Por qué no ocurrirá lo mismo acá?”, sostuvo. Y agregó que más allá que en Santiago hay gente que debería respetar las medidas de aislamiento, hay un porcentaje que está obligado a salir a buscar para comer. “No se repartieron planes sociales como en Argentina”, comparó.

En San Juan, en la casa de sus padres en el Barrio Jardín Policial.

Aclarando que sólo por lo que le tocó vivir en sus turnos en el hospital, desde que se decretó el aislamiento en Chile, notó que disminuyó la cantidad de atenciones por accidentes de tránsito y heridos por peleas, aunque aumentó la violencia en los robos. Y una explicación que encontró para lo último es que también disminuyó el tráfico de drogas.

Finalmente el joven médico que como hobbie practica crossfit, volvió a insistir en la importancia de respetar la cuarentena, a pesar de lo difícil que es cumplir las exigencias. “Llevo más de cien días en los que solamente salgo del departamento para ir al trabajo, donde convivo con infectados. Psicológicamente es pesado, pero recuerdo también que tengo compañeros que se contagiaron, ya se recuperaron aunque les queda algo por lo que deberán cuidarse por siempre. Uno tiene fibrosis pulmonar y otro padeció neumonía bilateral”.