A diferencia al día de hoy, las piletas de natación que existían en la década de 1940 sólo eran para pasar una jornada de esparcimiento en familia. Estaban muy lejos de ser utilizadas con fines competitivos o para batir un récord de natación. En las fincas se concentraban las familias y amigos más íntimos. Con mucho pudor, las mujeres usaban mallas enterizas que cubrían todo su cuerpo. Al no estar de moda el color bronce, no necesitaban dejar expuestas muchas partes del cuerpo, menos cuando asistían a una pileta pública. Con el tiempo devino la transformación hasta llegar a los "natatorios" hoy "piscinas climatizadas", que son una necesidad hasta recomendada por la medicina, más allá del comercio que implican por los servicios y beneficios que ofrecen. Hoy el nadar está vinculado con la salud. Allá por las décadas de 1930/40 ir a una pileta pública era sólo para los más audaces o algún deportista para cultivar su físico. En San Juan existían pocas piletas de natación, estaba la del "Club Obras Sanitaria de la Nación", en calle Coll s/n Desamparados; la del "Club Deportivo Zonda", en avenida Urquiza 178 – Concepción; "La Marquesita", en Marquesado; la "Pileta Restaurante Palermo", calle 11 Pocito; "Pileta Yort", en La Bebida, Rivadavia y la "Pileta Putelli", ruta 29 Chimbas. Precisamente allí, en el año 1941, pleno verano sanjuanino, cuando las temperaturas superaban los 40º Celsius, un audaz y experimentado nadador, Pedro Bayugar, rompió el récord de permanencia nadando en la olímpica pileta de este club. Eso fue el 23 de enero de 1941. Amigo personal de mi padre, quien fotografió este acontecimiento novedoso en esa época, se muestra cómo era la pileta Putelli, en donde el público y la familia arengaron hasta terminar su objetivo. Otros tiempos, otras piletas, pero un verano con los mismos calores.

Por Leopoldo Mazuelos Corts DNI 5.543.908
Fotos: José Mazuelos
