La inflación de abril fue de 6% y de esa manera la suba de precios de los últimos doce meses alcanzó el 58%, informó este jueves el Indec. En términos interanuales, además, tocó su punto más alto en las últimas tres décadas. Con la cifra de abril, el Gobierno se verá forzado a una nueva suba de tasas de interés, en medio de la fuerte pelea interna en el Frente de Todos sobre la dirección de la política económica.
Con el 6% que marcó la inflación en abril, el índice de precios al consumidor tuvo su mayor variación interanual en 30 años. La inflación trepó al 58% con respecto al mismo mes de 2021 y superó así el récord que había alcanzado en mayo de 2019, plena presidencia de Mauricio Macri, cuando había llegado al 57,3% en doce meses. Así, este último año fue el peor en materia de dinámica de precios desde la hiperinflación.
Hasta el mes pasado, la inflación de doce meses llegaba al 55,1 por ciento. Con sólo marcar 5,6% en abril hubiera alcanzado para impulsar esa cifra al 57,4%, el peor dato en 30 años. En mayo de 2019 el Índice de Precios al Consumidor Nacional elaborado por el Indec marcó una variación del 3,1 por ciento. No fue el peor mes de la era de Macri en la presidencia de la Nación, pero sí marcó el pico en términos interanuales.
Con esa variación -y gracias a picos mensuales como el 6,7% de septiembre de 2018, el 5,4% del mes siguiente y el 4,7% de marzo de 2019- la inflación interanual alcanzó el 57,3%. Ese período de doce meses finalizado en mayo de 2019 se transformó en ese momento el año de más alta inflación que habían tenido que enfrentar los argentinos casi 3 décadas.
Para encontrar una variación interanual más alta hay que remontarse a enero de 1992, cuando la economía menemista empezaba a salir de la hiperinflación. En aquél mes, el acumulado de doce meses había caído al 76% y, desde entonces al menos hasta ahora, nunca se vio en la argentina una variación anual mayor del índice de precios. Los datos interanuales todavía pueden empeorar. Al menos si nos basamos en las expectativas que manejan los especialistas.
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, cuando la mediana de previsiones relevadas en esa encuesta alcanzó el 65,1% para diciembre de este año. En el Poder Ejecutivo ya manejaban la posibilidad de que el IPC de abril debía ser cercano al 6 por ciento. Hacia adelante, las esperanzas están puestas en que en mayo, pasada la escalada inicial de precios por la guerra en Ucrania, la inflación vuelva a un nivel pre conflicto bélico, en un rango de entre 3 y 4 por ciento.
En el Poder Ejecutivo confían en el programa macroeconómico que firmaron con el FMI como sendero para establecer condiciones de desaceleración inflacionaria, pero aseguran que ese efecto todavía no tiene lugar porque “es muy nuevo”. La tesis del ministro de Economía es que habría en los meses siguientes, ya sin una presión –según esperan– tan pronunciada del frente inflacionario externo, una tendencia de desaceleración, por lo que la peor parte del impacto en los precios ya debería haber sucedido.
Según sostiene el jefe del Palacio de Hacienda, hay una serie de medidas que “preparan el terreno” para una menor presión inflacionaria. Las tres están relacionadas con el programa económico acordado con el Fondo Monetario Internacional: la reducción del déficit primario, el recorte de la emisión monetaria y la acumulación de reservas.
De acuerdo a esta hipótesis un plan económico de estas características –que busca, como una de sus metas, alinear expectativas– debe tener, por definición, un apoyo político fuerte, por lo que un ruido interno de esa magnitud conspira contra su efectividad.
Desde el Gobierno admiten ahora que un rango anual de suba de precios de entre 60 y 65% -este último número ya apareció en el REM en su última entrega- aparece como una posibilidad “realista”.