Los grandes clásicos de la música universal, enseñados de una manera adecuada a las generaciones jóvenes, no pueden ser aburridos y tediosos. Es más, puede lograrse fuerte empatía, afinar el oído y mejorar la forma de pensar. Esto quedó demostrado por Sergio Feferovich, quien ayer pudo construir un puente entre los maestros clásicos como Bach, Chopin y Mozart y los adolescentes sanjuaninos. Mediante el juego, el pianista logra romper con códigos acartonados para que los chicos (y grandes también) descubran todo un mundo sonoro que está presente, asegura, en cada etapa de la vida de una persona. Eso es, en cierta forma, lo que motoriza el espectáculo "La Música de las Ideas", creado por este reconocido Doctor en Artes Musicales de la Universidad de Johns Hopkins, que vino a la provincia invitado por la Fundación Banco San Juan, en el marco del ciclo de conciertos didácticos "Con la música a otra parte". Ayer por la mañana comenzaron las funciones en el Teatro del Bicentenario. Feferovich tuvo la oportunidad de encontrarse con alumnos de escuelas secundarias y trazó un recorrido vinculando aspectos de la vida cotidiana con las creaciones de autores de la música universal. En toda la función sostuvo con ejemplos la importancia de las ideas propias y las ideas ajenas, junto a un contexto adecuado para que puedan tener efecto. En ese tren hubo varios momentos de comicidad, por ejemplo cuando narraba alguna anécdota de vida, "ambientada" con determinados pasajes de una obra, de forma que las notas del piano acompañaban el relato. Después llegó el turno de la improvisación: con un esquema de blues, en tres acordes, hizo dividir a toda la platea que estaba repleta de chicos, en varios grupos. Cada grupo tenía un rol determinado para interactuar al momento de combinar los acordes, la modulación, los cambios tonales, el ritmo y la melodía.
En un instante, el artista llamó un voluntario de la platea. En este caso, fue un chico llamado Javier, quien lo acompañó para hacer el esquema de blues, a cuatro manos en el piano de cola. No importaba que el ocasional espectador no supiera tocar, porque en ese momento, la experiencia de estar en contacto con el instrumento y emitir notas desarticuladas, fue lo más divertido para él. Y la escena más colorida fue cuando apagaron las luces del escenario y sólo se usaron las linternas de los celulares para hacer una suerte de coreografía lumínica. Al finalizar, los chicos compusieron entre todos una canción con notas musicales combinadas aleatoriamente y propuestas por el público. Juntos terminaron siendo los protagonistas del especial concierto, en una interacción entretenida, fructífera y hábilmente generada por Sergio.