
El teatro del Bicentenario esta demostrando que el contexto de aislamiento social no es un impedimento insuperable para establecer, paradójicamente, una cercanía saludable entre artistas y espectadores, entre hogar y escenario.
Desde hace dos fines de semanas, de jueves a domingo a las 19 hs., en las distintas plataformas del teatro se trasmite "en Escena Virtua". Consiste en la presentación en línea de una serie de unipersonales seleccionados a partir de una amplia convocatoria virtual. Esta decisión del teatro no sólo representa una estrategia acertada para mantener viva la misión de la institución, sino que envuelve un entretejido de situaciones y aspectos valiosos en torno a la experiencia estética. La calidad artística de las obras presentadas hasta ahora evidencian el alto nivel y sensibilidad creativa de nuestros artistas sanjuaninos, muchos de los cuales encuentran en este espacio virtual la plataforma que los empodera ante un público de lo más variado, dada las infinitas posibilidades que otorga la presencia en el mundo cibernético abalados por el prestigio de una institución como ésta.
Además de estos aspectos, quiero destacar un matiz más profundo que, aunque se nos presenta de manera un tanto inconsciente, necesita ser señalado, traído a la conciencia: la posibilidad de hacer una pausa en nuestra rutina cotidiana para experimentar la grandeza de la experiencia estética. Desde la filosofía, quienes reflexionan en este ámbito de la estética, sostienen que experimentar va más allá de tener una acumulación de conocimientos, en este caso una obra de arte específica o una disciplina artística, sino más bien es considerada como un hacer experiencia. Esta concepción se fundamenta en la raíz "per", que significa atravesar, ir de un espacio a otro, de enfrentar al enemigo, de emigrar.
En Escena Virtual, se nos invita justamente a trasladarnos desde el asiento en nuestro hogar, de estar frente a una pantalla en particular a una escena virtual que nos introduce en un mundo ajeno que se hace nuestro: una habitación oscura en tensión hacia la luz, una aparente mesa de dos, un percutido jardín musical, un recuerdo vivido, el destierro de Antígona, una danza cotidiana que trasforma la casa, un soplo que se hace música, un poema que da vida, etc. El abanico de sensaciones, generados desde la expectativa durante el conteo inicial hasta las palabras finales de cada artista, nos pone en ocasión de vivir y revivir emociones, reflexiones, deseos, miedos, angustias, esperanzas. Sin duda, esta oportunidad artística, es más que una catarsis recreativa, se constituye en una valiosa vivencia para salvar gran parte de lo humano en el contexto actual. Como dijo hace unos años el poeta Virgilio Cara, en una entrevista al diario Ideal de España: "En algunos momentos malos, el arte es lo que nos salva de la mediocridad, del aburrimiento, del hastío".
Por el Dr. Gabriel Aravena Rodríguez
Doctor en Filosofía.
