Les propongo un juego. Voy a reproducir números de una encuesta sin mencionar el nombre de la empresa que hizo el trabajo y el domingo siguiente a las elecciones generales comparamos estas cifras con el resultado de la contienda electoral. ¿Por qué no dar el nombre? Para liberar de prejuicios al lector. El descreimiento por el que atraviesan las encuestadoras es el resultado de un aquelarre de políticos, empresarios y periodistas, entre otros elementos. Esa mixtura provoca los prejuicios que la gente aplica indiscriminadamente. En algunos casos esa aprensión, no lo vamos a negar, es totalmente fundada. Pero no en todos. A esta situación podría aplicar perfectamente la frase bíblica de "pagan justos por pecadores". Antes de conocer los resultados de la encuesta, si el lector supiera quien la hizo, subyace inmediatamente aquello de "juega para" o "en contra de". Y eso ensucia el juicio y la credibilidad. Incluso la misma palabra "encuesta" ya genera cierto resquemor. A mi gusto, algo exagerado.

Más allá del estado de vulnerabilidad pública por el que atraviesan estos trabajos, hay que advertir que aún son casi la única herramienta con la que cuentan los armadores de estrategias de los partidos políticos. Los sondeos de opinión son claves desde el inicio mismo de una campaña, para elegir un candidato y luego, hasta para decidir los pasos que éste dará. En alguna de las últimas temporadas de House of Cards, la popular serie de Netflix, alguien le pregunta a Claire Underwood por qué había vuelto a cambiar de color de pelo, retomando el rubio de los inicios de la tira. La esposa del Presidente de Estados Unidos responde con una frase contundente: "es lo que quiere la gente, lo hemos medido". Tenía un acto político en un estado norteamericano cuyos votantes eran más apegados a los blancos que a los negros. Claire y Frank -o "Francis" como le dice cariñosamente su maquiavélica pareja- ganaron, como casi siempre. Obviamente el pelo de la mujer de un candidato no determina un resultado electoral. Pero son pequeños elementos que van construyendo la imagen de alguien que pretende caerle lo suficientemente bien a la gente como para que muchas de esas personas lo elijan por sobre el resto de los competidores. Lamentablemente aún en estas épocas este tipo de estrategias (como el pelo en House of Cards) cuentan mucho más que la capacidad y propuestas de un candidato. En la serie, la respuesta de Claire escondía otro motivo, que costará dos segundos repasar: ella y su pareja atravesaban un conflicto que querían recomponer. La Primera Dama había regresado a su morocho original como un gesto para, entre ambos, recordar los años en los que se enamoraron. Cuando decide cambiar nuevamente por el rubio, supuestamente la relación ya se había encaminado y ella se había puesto la camiseta de la campaña otra vez. Supuestamente. Pero eso es otra historia, obviamente.

Alberto Fernández

Volviendo a los sondeos de opinión, hay aclaraciones muy necesarias antes de exponer los números: estos porcentajes se obtuvieron el 23 de septiembre, un mes y cuatro días antes de las elecciones. De igual forma, si no ocurre nada que movilice de manera extraordinaria a la sociedad, lo normal es que estas cifras se mantengan alrededor de los +/- 3 a 5 puntos de margen de error, algo usual para estos trabajos en San Juan. De hecho desde las PASO nacionales la tendencia es que haya muy poca variación.

Según el consultor "fantasma", el candidato de Sergio Uñac, José Luis Gioja, obtiene el 60,5% de intención de voto, exactamente 32 puntos por encima de Marcelo Orrego, quien llega al 28,5%. Muy atrás de ambos está Nancy Avelín, con el 6,5%. El postulante del gobernador pasó del 57,8% al 59,2% entre el 26 de agosto y el 9 de septiembre. Y Orrego del 29,3% al 28,5% en el mismo lapso de tiempo. El actual diputado nacional tiene casi los mismos votos que Alberto Fernández: 61,3%. 36,5% más que Mauricio Macri, el presidenciable de la boleta de Orrego. Y cierran este trabajo la dupla Roberto Lavagna – Juan Manuel Urtubey quienes, con un lejano 8,5%, se convirtieron en los únicos candidatos que vienen descendiendo: arrancaron el 26 del mes pasado con el 10,8% y decrecieron al 9,2% a comienzos de este, cerrando con el mencionado 8,5 el 23 de septiembre.

Muy interesante lo que pasa en los departamentos. Más allá de lo que cualquiera pudiera imaginar, Rawson no es el distrito con mejor performance para el Frente de Todos. El ranking lo lidera Chimbas (72%). De ahí siguen Albardón (70%), Pocito (67%), Rawson y Caucete (64% cada uno), Rivadavia (50%), Santa Lucía (46%) y Capital (39%). Con Orrego ocurre algo parecido a lo de Gioja, porque no es Santa Lucía el departamento donde mejor le va, aunque está muy cerca: Capital (45%), Santa Lucía (43%), Rivadavia (37%), Caucete (26%), Rawson (25%), Pocito (21%), Albardón (20%) y Chimbas (19%).

En palabras simples y más allá de las conjeturas que puedan hacer quienes sí crean en estas cifras, se puede afirmar sin temor a dudas que el Justicialismo arrasará en San Juan. El por qué tiene algunas razones: primero que nada, generalmente no hay demasiados cambios de una elección a otra; es decir, se cree que la gente no cambia de opinión con tanta rapidez entre las PASO y la general. Puede haber variaciones de algunos puntos, pero se mantendrá el orden. En segundo plano podemos mencionar la unidad que logró repetir Uñac después de la contienda electoral provincial. No se fue ninguno de los que apoyó al oficialismo a principios de año. Tercero, la buena elección de Fernández en el país, que puede contagiar a más gente que en agosto. Es usual que los argentinos optemos por un ganador, y no por un perdedor. Y cuarto, un poco más discutible que los anteriores, es probable que el trabajo del gobernador en esta campaña termine arrojando resultados un poco más favorables a sus candidatos. Sin lugar a dudas Uñac hoy es la figura política de mayor tracción de votos, le guste a quien le guste. Veremos luego de octubre si finalmente estos resultados ocurrieron y ahí se conocerá el nombre del encuestador. Un desafío para todos, pero principalmente para el escepticismo de los lectores.