Una mañana más de trabajo en mi función de reportero gráfico de DIARIO DE CUYO, con el equipo siempre listo y con la expectativa de todos los días: hacer la mejor foto. Ese día con Daiana Kaziura y Alejandro Grígolo, el chofer, volvíamos de un relevamiento de animales sueltos en la ruta. Entre comentarios de nuestro trabajo nos encontramos con algo que nunca nos hubiésemos imaginado, sólo atiné a levantar mi cámara y disparar fotos desde la camioneta en movimiento. Un niño estirando su manito, guardapolvo de jardín, su padre tirado sobre la ruta y, más atrás, un vehículo volcado. Ayudar y sacar fotos, una mezcla de profesión y humanidad. Así, con esos sentimientos hice esa imagen que pasa el tiempo y vuelve a ser contada.

 

Momento de frialdad dirán algunos, yo diría una mezcla de todo. La profesión te lleva a estar atento, a no bajar la cámara, a tener la mirada en foco permanentemente. Saber ver, y captar el momento. Son instantes, segundos en donde un disparo se convierte en una imagen que habla más que mil palabras. No todos los días nos encontramos con un niño pidiendo ayuda al costado de una ruta con su padre herido. No todos los días la cámara se mezcla con la necesidad de ayudar. Por suerte pude realizar mi trabajo, cumplir con mi función de reportero gráfico y también ayudar a ese niño y su padre, que era lo que mi corazón me pedía. 

 

Todos desde nuestro lugar de trabajo intentamos ser buenos profesionales pero, sobre todas las cosas, ser buena gente. Día a día superarse, estar dispuesto y atento a capturar estos momentos únicos e irrepetibles que no son más que la esencia de nuestra profesión.

 

Como dijo Imogen Cunningham, una famosa fotógrafa norteamericana, hay que estar preparado, porque la mejor foto es la que vamos a hacer mañana.

 

 

La tarea de los periodistas, en primera persona