No se vanagloria con el título de "comediante" o "cómico", sólo se considera un tipo gracioso con la función de alegrar al espectador. En ese sentido Cacho Buenaventura mantiene un estilo propio, su esencia y su identidad, su forma de ser que, al pararse solo en el escenario, ya genera una sonrisa y un aplauso. Lo campechano y la icónica picardía cordobesa, hacen de Buenaventura un ejemplar único en el enorme panteón de humoristas que ha dado su pago provincial.
Luego de terminar su temporada en Carlos Paz, el artista emprendió su gira por las ciudades del país con su nuevo espectáculo. Y aunque tenga como fecha importante el Teatro Maipo de Buenos Aires, en los próximos meses, tendrá una parada previa en San Juan, que se concretará esta noche en Renatto. Su show incluirá cuentos, chistes, anécdotas y también una suite musical con canciones clásicas del folklore, el tango, lo melódico, algunos hits internacionales. Pero, más allá de todo eso, Cacho propondrá, como le gusta llamarlo a él, "un momento para juntarse y ponerse contento".
El humorista habló con DIARIO DE CUYO sobre cómo se planta ante lo establecido y asegura que "no me gusta que me encasillen". "No tengo que dejar de ser yo. La gente viene a verme y no puedo parecerme a otro. Es un gran compromiso que tengo con la gente, de hacerle quedar bien a alguien quien me recomienda y de gustarle a aquella persona que viene por primera vez a conocerme. En mis shows siempre hay espacio y oportunidad para la renovación, porque lo mío es una observación pícara de la vida cotidiana y la transmito con alegría en el escenario", cuenta.
A la hora de medir o evaluar su performance, el humorista es abierto a lo que le pida su platea: "Muchas veces me piden que haga el cuento del chancho o les cuente la palomita, y si mi propuesta pasa por otro lado, por más que me pidan repetirlo, lo hago sin drama.
La verdad, no me fijo cómo me fue el fin de semana, yo mido el resultado final de todo un año. Sé que gustan las canciones, la participación de los músicos, pero los chistes de borrachos son infalibles, no hay con qué darles (risas). Lo lindo de esto es que hay que venir con la predisposición de divertirse, con la expectativa de ser protagonista del show y animarse a la carcajada. La gente se ríe mucho con las historias más simples y tontas, porque sabe que no voy a reírme de ella. No tengo un medidor ni me preocupa con qué voy a hacer reír a la platea",se explayó.
Entre las anécdotas que más recuerda en tantos años de carrera, Cacho rememora una especial: pocas veces se presenta la oportunidad de tener a un espectador contando chistes a la par de él, pero hubo un caso que lo conmovió y lo recuerda alegremente. "Me pasan cosas de todo tipo. Otra vez invité a subir a uno que se animó a cantar un tema de Horacio Guarany, los músicos míos se la sabían muy bien.
El tipo actuó y salió maravilloso. A la salida, su esposa me dijo que le realicé el sueño de su vida de cantar en el teatro de su pueblo. Otra, me ocurrió cuando una pareja se puso a bailar al lado de la butaca y les dije ‘si apagamos las luces, chapan un poco’. La mujer me contestó que hace 30 años que no chapa, ni baila con su marido un lento. Y qué lindo que pasen esas cosas. Por eso digo que mi rol es estar ahí para sentirlos contentos".
A diferencia de otros formatos y estilos de comedia, Cacho se escapa de toda convención y libreto. Sin embargo, "lo mío no es nada improvisado. Me permito sí, frescura y espontaneidad, no me permito hacer las cosas de memoria, o contar los mismos chistes todos los días. No necesito escribir ningún libreto. Soy un observador que gozo de una memoria privilegiada. Si llego a hacer lo contrario, me guardo en la casa y no salgo más".
Respecto del mapa humorístico argentino, heterogéneo, Buenaventura reconoce lo que sucede en otros escenarios, pero es reservado a la hora de hacer comparaciones. "No tengo todas las respuestas sobre las expresiones del humor que hay en el país. No soy comediante ni cómico, sólo soy gracioso y pícaro en el escenario. No las sé todas, hay para todos los gustos, eso sí, con su público, con su espacio y sus referentes".
Y frente al stand up, modalidad que está en auge por los jóvenes, dice que no es una novedad: "El stand up siempre fue visible. Landriscina es un precursor. Si hacés la traducción, significa "estar de pie", acá en Córdoba hay una larga tradición humorística con el Chango Juárez, el Pelado Alonso, El Gordo Oviedo, El Sapo Cativa, quienes se paraban solos frente a la gente y hacían reír con lo que decían. El stand up tiene una supuesta renovación que no es tal. Viene como pantalón chupín que se pone de moda. Pero siempre fue eso, arreglársela sola en el escenario, m’hijo.
Lo hizo también Mario Sánchez, un gran colega y amigo. ¡Se la aguantaba solito! Es cierto, el stand up tiene una lavada de cara, para que los chicos hagan algo, pero es lo mismo que hacíamos nosotros años atrás. Landriscina te contaba, con autoridad ética y profesional, cosas e historias que él las vivió y las presenció. Ahora, se bajan de Internet los monólogos ya hechos, le pegan una plumereada, le cambian algunas palabras y ya está. No me parece mal tampoco, es fenomenal, porque prefiero que un chango que en vez de huev…ar, carterear a las viejas o consumir porquerías, se prepare, se dedique y se anime a pararse en un escenario, para repartir música y alegría a los demás. El arte y el deporte, son grandes motores que los llevarán a una mejor calidad de vida".