En marzo se terminó de grabar la segunda temporada de El Marginal, la tira que con rotundo éxito sale al aire los martes por la Televisión Pública y de la que aún resta un par de capítulos por verse. Y uno de los protagonistas de la ficción de Underground, tanto de la primera entrega como de esta precuela es Claudio Rissi, el actor que en los ’90 grabó la novela El Sheik en San Juan y el año pasado volvió para hacer el premiado film La novia del desierto. Rissi encarna con tremendo oficio a uno de los capos de San Onofre: Mario, el mayor de los Borges, a punto de destronar al "Sapo" (Roly Serrano). Hoy la pantalla chica lo muestra como un tipo ácido, "muy malo" -dirá el actor- uno de los tantos que habitan esta fuerte historia que atrapó a los televidentes. Pero no sólo los de afuera están contentos con el resultado. También el mismo Rissi, ahora a punto de hacer teatro y de participar en un programa para HBO. "Lo disfruto muchísimo", dice orgulloso del producto que, si es por las ganas y la idea, irá por la tercera; aunque señaló que aún no hay nada concreto. De todo eso habló con DIARIO DE CUYO.

– ¿A qué cree usted que se debe el éxito de El marginal?

– Creo que El marginal es un muy buen producto con muy buenos ingredientes, un buen elenco, una buena idea, un planteo técnico muy bueno, buen libro, buenos directores… es una conjunción de cosas. Y también creo que juega la curiosidad de la gente por ver aquello a lo que no se tiene acceso normalmente… 

– Cuando le ofrecieron el personaje… ¿qué lo sedujo de Mario Borges?

– Estos personajes me seducen porque me dejan jugar mucho y a éste le fui encontrando un humor muy particular también, que lo hace muy atractivo; ese humor ácido, esa mirada que es la que yo entrenaba con mi perra…

– ¿Cómo es eso?

– Yo tenía hace años una dogo argentino a la que amaba y jugábamos mucho. Un día no emití ni un sonido ni hice un gesto, sólo la miré y la perra se fue a la cucha; entonces empecé a entrenar esa energía que sale de la mirada. Cuando no lo hacía bien, la perra se ponía a jugar. Cuando lo hacía bien, se iba a la cucha. Entonces tengo entrenado eso y lo puedo sacar en cualquier momento.

– Igual, más allá del humor del que habla, el suyo es un personaje sórdido…

– ¡Sí, claro! Pero intuyo que otro de los elementos de esos que hablamos tiene que ver con la humanización del personaje. Creo que sólo los humanos tenemos contradicciones, y él las tiene, como tiene amores, miedos…

– ¿Son "atenuantes" para semejantes personajes? Hasta es posible encariñarse con alguno de ellos… aunque en la vida real pudiera ser diferente…

– Tienen amores, tienen familia, hijos, nietos, hacen una vida cuasi normal para donde están, para su mundo. Cuando eso aparece se ven estos seres sociales; que luego se desbarranquen, no sé… la marginalidad existe y es como un submundo… Hay otros submundos también, de alta alcurnia, más perversos incluso…

 

– ¿Era un objetivo "humanizar" a estos personajes o se fue dando?

– Creo que empieza con la idea de contar la historia, de que sean seres humanos los que están allí; si no, no es creíble. Puede haber alguno que otro malo de pacotilla, pero si no, no sé si la gente se engancharía con tanto fervor…

– Hay varias tiras y películas y hasta libros que muestran el costado más humano de seres oscuros… ¿Tendencia, necesidad?

– Creo que sí, creo que eso es lo que los hace atractivos. Un ser común que anda por la calle y que de pronto se transforma en otra cosa, por X razón, porque delinque, porque comete un crimen, porque se brota y empieza a transformarse en un personaje…

– ¿Les ha llegado alguna repercusión desde las cárceles? ¿Critican, se identifican?

– Llegan cosas, sí, están copados, los presidiarios y guardiacárceles ven el programa, es un delirio lo que pasa, cómo está atravesado por todas las capas sociales este programa..

– La tira también muestra un alto nivel de corrupción… ¿tiene su correlato en la realidad?

– No sé si es real, lo cierto es que en principio esto es una ficción, no hay que perder de vista eso. Lo que sucede es que con el tema que tocamos, pareciera que quisiéramos hacer un documental, y no lo es, en absoluto…

– Hay algunos comentarios sobre una apología de lo marginal…

– Pero hay gente que siempre va a hablar de apología de lo que fuere cuando hay un éxito, si esto fuera un fracaso nadie diría nada, ésta es la realidad.

– En lo personal, ¿qué lo movilizó a usted que, supongo, tampoco conocía este "submundo"…?

– Lo único que yo conocía de la cárcel es cuando hicimos teatro para algunos internos… Es realmente muy duro entrar ahí, ya desde la puerta cuando dejás los documentos, es un acontecimiento importante en todos los sentidos, en todos tus sentidos.

– ¿Eso le sirvió para armar a Borges? ¿Dónde buscó?

– No, no lo usé. Yo armé un delincuente con la imaginación y la capacidad de poder jugar con las porquerías que uno tiene adentro. Los actores nos dedicamos a hurgar dentro de uno, revolver nuestras miasmas y de allí encontrar lo necesario para los personajes. Yo no quiero armar un presidiario, porque haría un cliché. Borges es un delincuente que en esta ocasión está preso, con deseos de salir; es un delincuente por vocación y sabe que hay determinadas reglas para la convivencia, adentro o afuera; las conoce, las plantea y tiene la capacidad de llevar a cabo sus propias ideas. Es un muchacho muy malo, estar ahí, bancársela y hacer todo lo que hace. 

– ¿Siente que este personaje lo marca a usted?

– No

– ¿Es uno más?

– Es un personaje importante, pero no me marca. Yo hice personajes como en Poliladron, un delincuente muy importante. En aquel momento me llamaban Ibáñez, ahora me gritan Borges; pero eso va mutando en la medida que van apareciendo personajes que trascienden…

– No deja de ser un honor que eso pase…

– Sí, lo disfruto muchísimo de verdad, y la gente lo agradece, incluso por las redes. La gente cree en lo que hago y entiendo que hay una muy buena recepción de mi trabajo, y eso es gratificante para cualquier artista.