Ellos constituyen las expresiones más jóvenes que pueden verse sobre la pista. Se conocieron en la Milonga La Fulana y desde entonces, conformaron una entrañable amistad. A la hora de bailar, tienen mucho talento y carisma en sus pies. Gerardo Lecich (h), Sofía Gallardo, Daniel Fernández y Eliana Villarruel, representan la sangre fresca que hace que la cultura del tango de salón, no pierda vigencia. 

Cada domingo por la noche es un clásico para ellos. Los cuatro tienen caminos y vidas muy diferentes, pero los une la edad y en especial, la pasión por la milonga. Es ley ir bien vestido para el ritual. zapatos, camisa y pantalón de vestir para ellos y vestido de noche para ellas. No es que sea parte de un reglamento escrito por derecho de admisión, sino que es el propio lugar, el salón principal del Club Sirio Libanés (donde se desarrolla La Fulana), por su estilo arquitectónico y el microclima que se genera cada domingo, invita a hacerlo. 

 

Sangre nueva de milongueros. Eliana Villarruel con Daniel Fernández y Sofía Gallardo con Gerardo Lecich (h) afirman que bailar tango ya no es ‘cosa de viejos’. Así como ellos, hay muchos jóvenes que toman clases y se vuelven adictos a los espacios milongueros. 

El espacio es amplio, las mesitas van a cada lado y en el centro del salón está toda la acción. Los cuatro, los milongueros más jóvenes del circuito dominguero y se mezclan entre los más adultos, mientras suenan las orquestas típicas de la década del ’40 en el reproductor digital. No importa si se conoce de antemano o es la primera vez que entra, en la milonga todos bailan. La camaradería y el trato, la amistad, pero sobre todo, el propio acto de bailar, fue lo que más atrajo a los chicos a ser milongueros. 

Gerardo, no deja de lado los estudios en la licenciatura en nutrición, pero, hace honor al apellido. Es un bailarín con potencial y en pleno desarrollo, gracias a que tiene un maestro con todas las letras como lo es su papá, el director del Ballet Municipal San Juan Nuestro Tiempo. Si bien, tiene ya experiencia en espectáculos de tango de escenario, en la milonga, es totalmente diferente. ‘Averigüé lo que era la milonga y cuando conocí esto, me pareció increíble. Conocí a nuevos amigos y lo bueno de este lugar, es que se escucha y se baila tango. Es un ambiente muy relajado para mí y si la gente de la misma edad que la mía, a veces no logra comprender lo que es venir a bailar tango, es porque no lo conoce y les parece como algo raro para este tiempo. Cuando lleguen a conocerlo, la verdad no se arrepentirán, porque les terminará gustando’. 

Sofía, es la más nueva de todos, apenas tiene 20 años y se sumó a La Fulana el año pasado, ‘aquí hay un ambiente familiar de mucha contención. Cuando entré por primera vez, no cazaba una y no conocía a nadie. Con el tiempo, hice amigos maravillosos y logré tener vínculos con todos. No hay discusiones y lo que tiene el tango es que invita a mejorar las relaciones humanas. Al toque pude integrarme. No hace falta ser el bailarín perfecto, solo hay que venir, observar y tomar las clases, pero sobre todo disfrutar cuando se baila’, comentó la joven que estudia Licenciatura en Ciencias Políticas. 

Daniel, que estudia geología con 25 años de edad, es un fanático de la milonga y se hizo amigo del grupo en muy poco tiempo. Lo que siente por venir a bailar cada domingo es especial para él: ‘el tango es una danza diferente que propone una conexión emocional con la otra persona. Es una cuestión muy humana. No interesa si conocés o no a la persona con quién estás bailando. Es lo que más me atrae y lo hace único a este espacio’.  

Mientras que Eliana Villarruel, de 28, empezó su camino desde chiquita en las danzas españolas, se perfeccionó en Buenos Aires y hace dos meses volvió con muchos proyectos. Pero su afición por el tango es insuperable:

‘Venir a bailar me impacta desde ya este lugar, su arquitectura, su ambiente y resulta inexplicable. Hay que venir a vivirlo. Siempre sobran motivos para venir a bailar. Al principio, la gente como nosotros, vienen a curiosear y buscan hacer amistades. Conocer a una chica o a un chico. Pero a medida que uno se va metiendo, el objetivo empieza a cambiar y uno se va metiendo en otras cuestiones hasta que solo venís a bailar tango, no importa con quién sea’, resumió la bailarina.  
 
 

 
Los códigos milongueros 

El ritual de los domingos en el Club Sirio Libanés, como el de los viernes en el Parque de Mayo, se respeta de manera implícita, una conducta por parte de los bailarines que viene de las milongas porteñas de antaño.

Primero, el varón debe invitar a la dama a bailar. Puede hacerse con el gesto del ‘cabeceo’ que consiste en mover la cabeza de arriba hacia abajo levemente como señal de invitación. Si la dama acepta, debe responder con un movimiento similar. Si ella se da vuelta y no lo mira, significa que no está dispuesta. La otra forma es que el varón se levante y se dirija a la mesa de la dama haciendo la invitación formal. Al momento de entrar a la pista, las parejas caminan en círculos girando en sentido contrario a las agujas del reloj. No hay que retroceder o detenerse para evitar el choque con otros bailarines que comparten la pista. Las tandas musicales consisten en cuatro milongas, cuatro tangos y cuatro valses. Cada una tiene una pausa de pocos minutos para descansar. El que presuma de ser el mejor bailarín o pretender ser la ‘estrella’, pierde, porque automáticamente es rechazado por la bailarina. Cuando se baila, no se conversa. Hay dos tipos de abrazos, el cerrado y el abierto que varía según el ritmo que imponga la pieza musical.