El movimiento geopolítico iniciado el 1 de mayo último con la retirada de Afganistán de las fuerzas internacionales lideradas por Estados Unidos, desplazó el centro de atención internacional al acercamiento de los talibanes a los países limítrofes en su camino a recuperar el poder, y China aprovechó la situación para alcanzar un acuerdo con los insurgentes que han aumentado su ofensiva en los últimos meses capturando 125 distritos de los 407 que integran el castigado país asiático.

La invitación del gobierno chino a una reunión con los irregulares, concretada el miércoles pasado, buscó evitar hostilidades en los 60 kilómetros de frontera con Afganistán que preocupan al régimen de Xi Jinping, quien reiteró su compromiso de continuar asistiendo a la milicia y no interferir en los asuntos afganos, pero ayudará a resolver los problemas y el restablecimiento de la paz en esa nación.

China califica a los extremistas como "fuerza clave política y militar", y su diplomacia habla de encuentros para tratar "asuntos bilaterales", lo que nunca hizo con las autoridades de Kabul, menos ahora mientras el gobierno afgano se debilita por la escalada guerrillera conquistando territorios como nunca lo hizo en dos décadas desde la ocupación norteamericana.

Pekín ha recibido garantías de la guerrilla asegurando que no permitirá que nadie utilice territorio afgano contra China, llevando tranquilidad al gobierno comunista, pero este movimiento de piezas puede complicar el escenario geopolítico ya que se trata de transar con un movimiento armado irregular que ha prometido una ofensiva global al albergar como base al terrorismo internacional, caso del fundamentalismo islámico.

En este contexto al fanatismo talibán sólo parece importarle tomar el control de Afganistán por la fuerza ya que sigue eludiendo, o dilatando las negociaciones de paz, caso de las conversaciones intraafganas en la ciudad de Doha, mientras aumentan los combates para ganar territorio y puntos clave como el dominio estratégico del cruce fronterizo con Pakistán, donde cobran peaje y obtienen fondos adicionales para respaldar la capacidad combativa.

Los observadores dudan de la capacidad de las fuerzas armadas gubernamentales para contener la creciente ofensiva talibán y con la retirada estadounidense sólo contarán con apoyo aéreo limitado a ciertas operaciones donde esté en riesgo la población civil. Lo demás ya se conoce con la orden de Joe Biden de abandonar el país asiático de manera que dentro de un mes no haya ningún efectivo de la OTAN. La suerte de Kabul parece estar echada.