En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a uno o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro, además que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18,15-20).
Tres son los temas que recorren el evangelio de este domingo: la corrección fraterna, el poder de la Iglesia de "atar" y "desatar", la oración de intercesión. Nos encontramos en el cuarto discurso de Jesús en el evangelio de Mateo: el comunitario o eclesial. El denominador común de este evangelio es el de la responsabilidad eclesial. No la demandada a los otros, sino la corresponsabilidad que atañe a todos los bautizados. "Si tu hermano peca contra ti": así comienza el evangelio de este domingo. El "contra ti", que aparece en algunos manuscritos, se extrae de Lc 17,4, donde Jesús pide perdonar sin condiciones las ofensas sufridas. El objeto de la corrección fraterna no es la ofensa personal padecida, sino el pecado en cuanto que quita vida a quien lo hace. La corrección debe ser realizada sin odio, espíritu de crítica, venganza o rencor. Antes bien, amando al hermano como a mí mismo, lo corrijo para no cometer un pecado de omisión (cf. Lev 19,17). El hermano pecador es como un miembro de nuestro cuerpo que está enfermo: corremos el peligro de perderlo. Sentimos el dolor y buscamos curarlo porque es parte de nosotros mismos. El primer paso se expresa en el verbo "ir": "si tu hermano peca ve y corrígelo en privado". Es un verbo de compromiso moral y del actuar concreto, que encontramos en tantas ocasiones en las palabras de Jesús: "ve a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24), "si alguien te pide caminar una milla con él, ve dos" (Mt 5,41), "ve, vende todo lo que tienes" (19,21). Luego de haber asumido el compromiso de ir física y psicológicamente hacia el otro, si se desea ayudar a quien peca, debe hacerlo con discreción; sin ofender y con la caridad de quien sabe cuánto es fácil caer en el mismo error: "quien cree estar de pie, que se cuide de no caer" (1 Cor 10,12). La corrección debe ser en privado, por respeto hacia él mismo antes que a mí. El objetivo de la corrección fraterna no es condenar sino ganar al hermano. Con frecuencia, alejados del espíritu evangélico y creyéndonos superiores a los demás, pareciera que el objetivo principal que perseguimos no es incluir sino excluir, ahogar y no dar vida, extender el dedo índice para acusar, en vez de abrir los brazos para excusar y transmitir la ternura que vuelve suave la vida. Donde no podemos lograr la reconciliación solos, deberemos buscar dos o más testigos. No se trata de un proceso judicial sino de un camino que exige arte para recuperar al hermano. Si no bastan dos ojos, será necesaria la mediación de otros, no para que sean obstáculos sino instrumentos de salvación. Es curioso que Jesús dice en Mt 9,43-48, que si tu ojo, tu mano y tu pie son ocasión de pecado, córtalos. Los únicos órganos "dobles" que no pide cortar son los oídos, las orejas, quizás porque la escucha necesita de toda la potencialidad posible y a nuestra disposición, porque es propiamente con la atención y el oír que se logra unificar los corazones para vivir relaciones nuevas y fraternas, y construir así comunión. Y si esto no basta, se necesitará de la comunidad que no está llamada a ser un tribunal sino una casa con la luz encendida y la puerta siempre abierta. A los enemigos se los ama, y es posible recuperarlos sólo con más amor, haciéndoles sentir un mayor cuidado de parte de sus hermanos. El perdón es un acto de liberación.
El amor actúa como principio de unión de los cristianos y hace que su oración unánime sea escuchada por el Padre celestial. Dice Jesús: "Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, se lo concederá mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 19). El verbo que usa el evangelista para decir "se ponen de acuerdo" es synph"n"s"sin, que encierra la referencia a una "sinfonía" de corazones, a un "acuerdo", afinar las cuerdas. Esto es lo que influye en el corazón de Dios.
Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández