Desde las entrañas del Teatro del Bicentenario emergen extraños seres, fantasmas errantes que deambulan dentro de los muros y sótanos del complejo. Una luz tenue y roja y un sonido tenebroso aportan a un clima oscuro e integrante. Camina un vagabundo, que una vez fue actor, ahora desocupado, gritando "afuera el mundo está pandémico y les artistes seguimos resistiendo (sic)". Con su andar divagante, abre las puertas que conducen a una dimensión extraña, que no se sabe bien si es real o ficticia. Pero aquellos que entren, no serán los mismos al salir de ese espacio. Esta es, en síntesis, la propuesta del TB que lleva a despertar y poner en acción todos los sentidos del espectador, una experiencia inmersiva que dieron en llamar ‘Periferia’, visita performática escrita y dirigida por Juan Francisco López Bubica, que se despega de las visitas guiadas convencionales. Aquí el protagonismo es, en primera persona, de los personajes y espectadores de esta aventura. En cinco estaciones, el recorrido contiene historias, voces, sonidos y música que interactúan con el público, en una invitación a descubrir desde otra mirada el mundo de lo escénico. La visita, imperdible, es gratuita y se realiza todos los viernes a las 20hs y a las 22hs. El cupo máximo es de 12 visitantes. Se ruega puntualidad y el punto de reunión será en el arco de entrada principal del TB. Además, hay que contar con celular con conexión a Internet. Para reservas: inscribirse en el sitio oficial www.teatrobicentenariosanjuan.org

 

 

  • Punto de reunión

La primera estación, comienza con una caminata desde el arco de entrada principal pasando por la Calle de Cortesía en las afueras del teatro, hasta llegar a las puertas del dock de carga de la escenografía (por calle Las Heras). Durante el recorrido, un asistente virtual envía tips y claves a los asistentes. De repente, aparece un extraño vagabundo (Ignacio Caro) que los invita a atravesar el umbral hacia un mundo oscuro y desconocido.

 

 

  • El manifiesto

El vagabundo se revela como un actor ‘desocupado’ por la pandemia, pero en su locura, recita hacia los presentes, los 18 mandamientos del Manifiesto del Teatro de Periferia. Cita a Pier Paolo Pasolini y al dramaturgo Antonin Artaud al referirse que ‘¡el teatro ha muerto!’. En su intervención expone lo dramático de tener ‘un teatro vacío’ repentinamente se pierde en la oscuridad de la habitación. Los muros comienzan a vibrar de sonidos y gritos.

 

  • El grito empoderado de todas

En el subsuelo inicia la tercera estación, una luz roja y tenebrosa da paso a la aparición de Le actriche (Pilar Mestre), una actriz fantasmal que representa a todas las almas de las mujeres intérpretes. Desbordada de ira, reclama el lugar femenino en la historia del teatro dominada y contada por los hombres. ‘Soy Teodora, Soy Lucrecia de Sienna, soy la tirana del siglo de oro español, soy Violeta Pérez Lobos… soy la que pone el cuerpo’.

 

  • El espacio sagrado

Al subir al escenario, los espectadores son ‘purificados’ pisando el suelo sagrado. Un santuario que rinde culto al ritual de la entrada a escena y desde la fosa aparece La Diva (Claudia Lepe), quien interpreta el aria Casta Diva (de la ópera Norma). Este personaje transmite un monólogo sobre lo efímero del espacio escénico y cómo esa ‘magia’ del teatro desaparece, hasta la próxima función.

 

  • La fiesta del teatro

En la última estación, La Diva arroja una parte de su vestido y toca a un bailarín camuflado (Francisco Castro). De repente sufre una transformación y se descontrola, saltando y bailando por los corredores de la sala hasta el hall central. Aparece un DJ (Juan Pedro Molina) junto al resto de los personajes y con un show de luces y música, ambienta todo el espacio con una fiesta electrónica que los propios visitantes son invitados a bailar.