La propuesta de utilizar este sistema de vouchers -llamados también por algunos "vales"- que descentralicen la educación entregando el presupuesto a los padres en vez de financiar a las escuelas surgió como una propuesta del economista estadounidense de origen judío, y Premio Nobel de Economía 1976, Milton Friedman, en la década del ’60. Consiste en llevar la lógica del mercado al plan educativo, en el que los fondos de educación del Estado no van a la oferta, sino a la demanda. En la práctica cada familia recibe un "vale" que equivale al dinero de la escolarización de cada uno de los hijos, otorgándole la libertad de mandarlo a la escuela que elija generando un ámbito de mayor competencia. Para los casos en los que la institución escolar sea privada la familia tendrá que realizar un "copago" para completar el valor de la matrícula.

En este concepto hay una variante y es que en los pocos países en que se ha aplicado hasta ahora el sistema, hay casos en que los vouchers no van destinados a las familias sino a la institución escolar u otra entidad intermedia, o como en el caso de Chile, a los municipios.

En la opinión de expertos en educación y pedagogos locales, hasta ahora este sistema ha sido aplicado por unos pocos países, entre ellos Suecia, Chile, Nueva Zelanda y Holanda, "en todos ellos con resultados pocos exitosos" y "con más contras que pro". También dijeron, intentando ser un poco más positivos, que "en la práctica, todavía quedan muchas dudas respecto a la efectividad de un sistema que no se ha generalizado en todo el mundo".

El pedagogo, académico y docente argentino Mariano Nardowski sostiene que el sistema de vouchers ha dado resultados en algunas partes del mundo, aunque seria dificultoso aplicarlo en nuestro país desde la Nación porque son las provincias las que tienen a su cargo el sistema educativo. 

Resulta interesante la experiencia de Chile, por ser el país más próximo en donde los voucher comenzaron a implementarse por descentralización de la educación pública, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, entre 1974 y 1990. En esa ocasión los colegios pasaron a depender del Ministerio de Educación a los municipios, que son los que reciben recursos según matrícula y asistencia. Su aplicación ha demostrado que el sistema no es del todo sostenible, lo que ha dado lugar a episodios de alta conflictividad social. En el país trasandino el voucher tiene en cuenta el número de estudiantes matriculados y asisten a clases, por lo que el subsidio que recibe cada escuela depende del número de alumnos. En estos casos una mayor cantidad de estudiantes implica mayores ingresos. ¿Pero qué sucede si hay pocos alumnos? En ese caso los ingresos pueden no ser suficientes para cubrir los gastos de la escuela y esto puede derivar en su cierre.

En cuanto a la experiencia en Suecia, el voucher educativo acompaña al alumno otorgándole un monto fijo, directamente pagado a la institución educativa en lugar de financiar a las escuelas mediante un presupuesto preestablecido. Este voucher puede ser utilizado tanto en centros educativos estatales, donde todos los niños tienen su lugar asegurado, como los gestionados de forma privada. Una de las condiciones es que las instituciones no pueden cobrar una cuota extra a las familias, ni rechazar postulantes bajo ningún concepto. Este sistema fue implementado en 1992, a consecuencia de una fuerte crisis económica que se resolvió con un giro de políticas orientadas hacia el mercado. La evaluación del sistema entre el 2000 y el 2012 no fue del todo satisfactorio a pesar del principio de conformidad que hay con un modelo que tiene pro y contras como ha quedado demostrado hasta ahora.