Señor director:

Hace algunos años acompañando pacientes y sus familias en el Hospital Marcial Quiroga, entramos a una habitación donde un joven enfermo de Sida agonizaba. Fueron conmovedores minutos mientras llegaba un sacerdote que había sido pedido por el joven. Tenía sus ojitos cerrados, y junto a una tía que lo cuidaba, permanecimos con mi esposa un rato, no sé cuánto tiempo. Mientras se apagaba la vida, pedíamos la Vida junto a una imagen de María. Extraña posmodernidad que no protege a niños y jóvenes. Mientras con cinismo les halaga el oído. La realidad los hace víctimas de una sensualidad desenfrenada que les enseña a vivir peligrosamente, aceptando las mil ofertas para mirarse sólo en el espejo egoísta de su yo, y así mueren, mientras la vida pasa. Siento bronca por el mundo que les dejamos, y aun más me rebela el escenario triste de adultos que lucran enormes ganancias mientras matan la inocencia. Que Dios nos perdone.

Jorge Sotomayor
Periodista