Tan acostumbrado nos tienen “Manu” Ginóbili y sus compañeros de la Generación Dorada a las hazañas que, a veces, uno olvida lo sucedido antes. Mucho antes.

 

En un tiempo que -histórica, social, económica y deportivamente- no tenía nada que ver. Pero que a la hora del repaso también resulta valioso y hasta emotivo, nos lleva a nuestros orígenes y a la “semilla” de lo que fue la grandeza del básquetbol argentino.

 

En concreto, a la Generación de 1950, aquella que conquistó un título mundial -aunque de una “factura” diferente a las competiciones actuales- y que tuvo en Oscar Alberto Furlong su símbolo mayor.

 

“Pillín” Furlong, que murió a los 90 años, fue un auténtico grande del deporte argentino en una época totalmente amateur. Y una vez concluidas sus aventuras en el básquet también paseó su jerarquía -y sobre todo su gentileza de Caballero del Deporte- en el tenis, donde primero lució como jugador y luego como dirigente. 

 

De izquierda a derecha: Ricardo González, Furlong, Omar Monza e Ignacio Poletti, en el 60° aniversario del título mundial. (Foto: Gustavo Garello)

 

Nacido el 22 de octubre de 1927, Furlong también fue un símbolo de Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, el equipo que marcó época en el básquet metropolitano. Su padre fue fundador del querido club y “Pillín” -apodo que le colocó su hermano- se dedicó en principio al tenis y al boxeo.

 

La noche del 3 de noviembre de 1950 en el Luna Park quedó grabada como uno de los momentos memorables para la historia del deporte argentino.

 

Con un convincente 64-50 salió campeón el equipo nacional y Furlong fue (otra vez) la figura, con 20 puntos en el partido decisivo y un promedio de 11,2 en el torneo. Fue "La noche de las antorchas”: una multitud bajó por la avenida Corrientes para celebrar la consagración.

 

El objetivo siguiente resultó la medalla olímpica en los Juegos de Helsinki 1952. Y la Argentina estuvo cerca. La frustró un clásico rival: Uruguay.