Desde los albores de la teoría de la economía keynesiana su autor explicó, con gran solvencia, que el desempleo es un efecto que se produce a partir del estancamiento de la economía que genera por su misma depresión, un efecto deflacionario, como síntoma del achicamiento de la demanda agregada.
Luego, recomendaba, para administrar una solución al desempleo, que el estado debía intervenir, aumentando el gasto público, bajando la tasa de interés, bajando los impuestos y en el sector externo, vía tipo de cambio, promoviendo la producción para las exportaciones y limitando las importaciones. Es decir, potenciar la demanda agregada.

Si por el contrario el problema a tratar era el de la inflación había que aplicar la receta inversa, es decir, aumentar los impuestos, aumentar la tasa del interés, disminuir el gasto público y ajustar el tipo de cambio para regular la demanda de los mercados externos. O sea, disminuir la demanda agregada.
En consecuencia, para Keynes, no podían convivir desempleo e inflación, porque la solución para uno problema evitaba que se configurara el otro, y viceversa.
Pero, a partir de la crisis del petróleo de 1973, se fue instalando otra forma del problema, que es el del desempleo como efecto directo del estancamiento conviviendo con la inflación. Y este fenómeno se configuró porque la crisis del petróleo genero una inflación de costos energéticos, pasando de 1,62 dólares en 1973 a más de 30 dólares el barril en 1980.
Este fenómeno del desempleo cohabitando con la inflación fue causado por el incremento de los costos de la energía, que subían independientemente del resto de las variables macroeconómicas que se mantenían más o menos constantes. No fue inflación de demanda agregada, sino de costos.
Así es como nace un nuevo problema que Keynes no lo había individualizado como central porque los hechos no lo habían mostrado todavía, y que dio en llamarse, por la literatura económica, como el problema de la estanflación.
En esa situación histórica la escuela monetarista se presenta como una alternativa válida y enfocada de modo rígido en la estabilidad de los precios. Propone que la solución era secar el mercado de dinero, porque partían de la premisa lógica de que la inflación era un mero problema monetario de exceso de valores líquidos pecuniarios exclusivamente. Sin embargo, el inconveniente no se evitó, como pensaban, porque al extraer dinero de la economía el problema del desempleo no amenguó, e igualmente logró convivir destructivamente con la inflación y de modo persistente.
Hoy en Argentina este fenómeno analizado y caracterizado en el mundo como la estanflación, apreciamos, que se muestra como una realidad progresiva, pues, hay un evidente conjunto de indicios reales que se pueden decodificar como un estado de estancamiento de la economía con inflación.
El gobierno para enfrentar el problema de la inflación, adopto una terapia agresiva de tipo monetarista, a partir de la idea de retirar pesos de la economía para combatirla, pero estas medidas han derivado en un estimulo que se ha encaminado a un resultado diferente al deseado.
Por el Dr. Mario A. Luna y Fabián A. Núñez
Expresidente y exasesor del Concejo Deliberante de Jáchal, respectivamente.
