La renegociación de la deuda argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por los 44.000 millones de dólares otorgados al gobierno anterior, vio la luz al final del túnel el viernes último con la definición de "entendimiento" que en el lenguaje diplomático abre las puertas para continuar trabajando hacia soluciones técnicas factibles ajenas a las urgencias de la política doméstica.

Precisamente el presidente Alberto Fernández fue muy cauteloso al hacer el anuncio oficial con palabras cuidadas alejadas de cualquier triunfalismo, aunque aclaró que no hay condicionamientos ni restricciones para seguir avanzando en la negociación. Es razonable que el mandatario mantenga un equilibrio frente a la esperanza del arreglo y frenar a los sectores duros de su gobierno que veían con buenos ojos al default, o cesación de pagos, como forma de seguir en el desenfreno populista.

Entendimiento no significa cerrar nada, pero sí seguir trabajando para alcanzar un acuerdo de partes. Falta la letra chica y eso lo sabremos cuando se redacte la Carta de Intención que impone el FMI en estos casos y conoceremos cómo seguirá la política fiscal, el tema de los subsidios, caso de los servicios tan sensible para el kirchnerismo que resiste aumento de tarifas, el ataque a la inflación, y cuándo se llegará al déficit cero del presupuesto.

Nada se puede lograr sin un ajuste, palabra inaceptable en el léxico del asistencialismo estatal, aunque ningún equilibrio del gasto público es por arte de magia. Falta tiempo de trabajo técnico de ambas partes para darle firmeza al entendimiento, pero sin duda esta expresión ha sido de alivio no sólo para la Argentina sino para el propio organismo multilateral.

Al FMI le urgía destrabar la negociación por los tiempos de un escenario complejo y politizado, donde la izquierda militante y la dogmática del continente atacaban al ente financiero, y en particular a los aportantes mayoritarios como EEUU y los países del Club de París, cuyo apoyo ha sido fundamental. El ministro Martín Guzmán y su equipo merecen el reconocimiento por su desempeño técnico, no obstante el largo camino por recorrer.

Se abren numerosos interrogantes, desde las reformas estructurales y correcciones fundamentales, o "ajustes", que superan al mandato del actual gobierno. Además la negociación con el FMI debe pasar por el Congreso de la Nación, que dejó de ser la escribanía peronista.