Con la voz temblorosa y un tanto pausada, el joven que mató a su novio policía en Chimbas declaró ayer por primera vez. "Forcejeamos, le quité el arma y ahí se disparó", expresó Diego Espejo (28), que se conectó por videollamada desde la seccional 23ra ya que no pudo estar presente en la sala de Tribunales porque tiene coronavirus. El juez Matías Parrón extendió 6 meses su prisión preventiva (luego se puede prorrogar), pese a que los fiscales Francisco Micheltorena y Adrián Riveros habían pedido el doble, al considerar que se puede fugar o puede entorpecer la investigación en la que se lo acusa de cometer un homicidio doblemente agravado, por el vínculo y por alevosía (como anticipó este diario), contra el oficial ayudante Oscar Armando Mura (28).
Los defensores Gustavo De la Fuente y Juan Manuel Vargas plantearon que su cliente estaba bajo un "estado emocional" y que "circunstancias extraordinarias" llevaron a que cometiera el asesinato. En esa línea, Espejo declaró que "vivía un calvario estando con él". "Yo ya le tenía miedo porque él tiempo atrás me había encerrado y pegado con su arma", dijo. Sobre la noche del crimen, explicó que salieron al bar Molly Malone, y que cuando iban en el remís Mura le comentó que se estaba hablando con otro chico. Después "me pedía perdón, me decía que no lo iba a hacer nunca más, que no se iba a hablar con más nadie", relató. Luego, de vuelta en el departamento que alquilaban en el Barrio Sarmiento, "entramos y él cierra la puerta y me dice que no me vaya. Luego me dice "sacate la ropa que nos vamos a acostar". Yo me saco la ropa porque ya le tenía miedo. Me pone las esposas, saca su arma, la descarga, la metió abajo de la cama". Cerca de las 3 de la mañana se produjo el supuesto forcejeo que terminó con Mura abatido de cuatro disparos, tres en el costado izquierdo del tórax y uno en la espalda.
Según Fiscalía, un hombre que vive en un departamento contiguo salió poco después de escuchar las detonaciones y encontró a Espejo sentado en el patio, esposado y vestido con un boxer. "Él sigue vivo, no lo maté, no lo maté", le dijo, según su testimonio. Cuando entró a ver, se encontró con Mura en el dormitorio, a un costado de la cama, sobre un charco de sangre. Y ya nada se podía hacer.