El rey Carlos Gustavo de Suecia no concede reportajes ni tiene apariciones mediáticas, pero hace unos días alteró su silencio habitual dirigiéndose al público para hacer un balance del año, y particularmente de la pandemia, con una palabra lapidaria: "fracasamos". El monarca fue contundente sobre los resultados de la polémica estrategia contra el coronavirus que ha recibido críticas del mundo científico.

El gobierno sueco en lugar de aceptar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de epidemiólogos calificados apeló a la responsabilidad de los ciudadanos para evitar el confinamiento y no hay sanciones para los que hacen caso omiso a los consejos. En ese país nunca se obligó al uso de mascarillas ni barbijos y los bares y restaurantes han permanecido abiertos. Además, la actividad escolar no tuvo mayores variantes.

Esto se refleja en las estadísticas internacionales donde Suecia es uno de los países con mayores números de casos per cápita y acumula más muertos de Covid-19 que el resto de los países nórdicos. Incluso sus vecinos Finlandia, Dinamarca y Noruega se quejaron de la política sanitaria sueca que pone en riesgo la efectividad de las nomas preventivas del resto de la región.

El rey sueco hizo referencia a los 7.700 muertos como una experiencia traumática que ha obligado a imponer restricciones en las próximas fiestas. Ahora, a 10 meses del inicio del confinamiento generalizado, tienen limitadas a 8 personas las reuniones navideñas, piden no viajar en tren ni autobús y no se pueden realizar conciertos, manifestaciones, ni competencias deportivas en procura del distanciamiento social.

La polémica fórmula de confiar en la inmunidad de rebaño y la responsabilidad ciudadana para evitar el distanciamiento social ha sido un rotundo fracaso, como dijo el rey, con un índice de mortalidad diez veces superior al de Noruega, que optó por las recomendaciones de los especialistas antes que limitar los derechos soberanos. La lección de Suecia nos debe llevar a reflexionar acerca de tomar con cautela las flexibilizaciones y respetar las normas de convivencia durante la pandemia.

Hay que pensar en que los desbordes de unos repercuten en los demás y también en que la vacuna será un paliativo pero el barbijo y el distanciamiento llegaron para quedarse, y no se sabe por cuánto tiempo.