Tras seis meses de cuarentena (189 días) el Papa Francisco, como siempre sin usar el barbijo, reanudó este miércoles en el Vaticano las audiencias generales dedicando su discurso principal a la solidaridad, con una audiencia de fieles apretujados. El tema está incluido en la tercera encíclica sobre la fraternidad humana que Bergoglio ha terminado de escribir hace menos de dos semanas.
Hubo estrictos controles a los que ingresaban dos horas antes al patio de San Dámaso, rodeado por el Palacio Apostólico, que incluyeron tomar la temperatura a los 500 fieles que fueron admitidos y que llevaban todos los barbijos obligatorios. En el patio, al aire libre, habían sido colocadas sillas manteniendo la distancia de seguridad de un metro y medio que impone la pandemia del coronavirus.
El pontífice se sentó en un sillón rojo con los dos escalones forrados en el mismo color. A la entrada de Francisco y cuando concluyó la audiencia, momentos en que se acercó a la gente pero manteniendo las distancias, el Papa evitó todo contacto físico.
Pero los fieles se amontonaron hasta donde podían para acercarse a saludarlo, violando las reglas. Tres parejas de recién casados, vestidas de gala matrimonial, fueron obligadas también a vestir los barbijos.
Se vio al Papa, conversar con un obispo durante dos minutos a treinta centímetros de mutua distancia. Ninguno de los dos lucía el barbijo. Nunca se ha visto al obispo de Roma usar el adminiculo pese a que recomienda siempre a los fieles respetar las normas de seguridad. También los monseñores de su comitiva eludieron los tapabocas.
En su discurso el Papa eligió el tema de la solidaridad y la fraternidad humana, sobre el que ha escrito la tercera encíclica de su pontificado. Lo adelantó el obispo de Rieti, Domenico Pompilo. Esta programado presentarla el próximo 4 de octubre, jornada dedicada a San Francisco.
“Después de tantos meses reanudamos nuestros encuentros cara a cara y no pantalla a pantalla”, improvisó con humor Jorge Bergoglio. “Esto es lindo!”
En el comienzo de su discurso dijo que "estos seis meses por causa de las medidas restrictivas impuestas por la pandemia en acto, se ha evidenciado nuestra interdependencia. Estamos todos ligados, los unos a los otros, en el bien y en el mal".
Francisco señaló que “para salir mejores de esta crisis, debemos hacerlo juntos, todos, en la solidaridad”. “Juntos, no solos. O lo hacemos todos juntos o no se hace”, improvisó, abandonando el texto escrito.
“Debemos hacerlo juntos en la solidaridad. Esta palabra quisiera destacarla. Como familia humana tenemos el origen común en Dios. Pero si perdemos nuestra interdependencia, se convierte en dependencia los unos de los otros, aumenta la desigualdad y la marginación, se debilita el tejido social y se deteriora el ambiente”.
Dijo que en común todos tienen “el planeta jardín en el que Dios nos ha puesto. (…) El principio de solidaridad es hoy más necesario que nunca”.
El Papa identificó en la solidaridad el antídoto “a los egoísmos individuales, nacionales y de grupos de poder. Vivimos en una misma aldea global, que es una bella expresión porque todo está interconectado”.
“No siempre transformamos esta interdependencia en solidaridad: los egoísmos individuales, nacionales y de grupos de poder, las rigideces ideológicas, alimentan por el contrario las estructuras de pecado”, explicó Bergoglio.
Al concluir la catequesis de la audiencia general, el Papa hizo un dramático llamado “a la reconstrucción y la esperanza del Líbano”. El sacerdote maronita libanés Georges Breidy llegó hasta el trono, llamado por Bergoglio, con una bandera del país de los cedros y con la mascarilla puesta.
El Papa pidió a los católicos del mundo “no abandonar al Líbano”, que cuenta con una fuerte presencia de cristiana. Al final del llamado, el Papa abrazó al cura y este le beso las manos, lo que causó sorpresa por las medidas de distanciamiento social.
El Papa pronunció fuera de programa su llamado que concluyó con el anuncio de una Jornada mundial de oración y ayuno universal por el Líbano para el 4 de setiembre, al que enviará como su representante a Beirut al secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolín.
Hace un mes, una tremenda explosión en el puerto de Beirut. El Papa citó al recordar el atentado las palabras pronunciadas hace treinta por san Juan Pablo II en otro momento crucial de la historia del país, durante un viaje a Beirut en el que estuvo presente “Clarín”.
“Frente a los repetidos dramas que cada habitante de esta tierra conoce conoce, nosotros tomamos conciencia del extremo peligro que amenaza la existencia misma del país. El Líbano no puede ser abandonado en su soledad”, dijo el Papa polaco.
En su llamamiento de este miércoles, Francisco observó como “durante más de cien años, el Líbano ha sido un país de esperanza”. “Los libaneses han conservado su fe en Dios y demostrado la capacidad de hacer de su tierra un lugar de tolerancia, de respeto de convivencia, único en la región”, medioriental.
Consciente de los peligros que afronta la numerosa comunidad de católicos de rito maronita, el Papa argentino destacó que "el Líbano representa más que un Estado, e un ejemplo de pluralismo, tanto para Oriente como para Occidente. Por el bien del país, pero también del mundo, no podemos permitir que este patrimonio sea dispersado”.
Francisco invitó al pueblo libanés a “perseverar en la esperanza” y ha encontrar la energía para recomenzar.”Retomen el coraje, hermanos. La fe y la oración sean vuestra fuerza. No abandonen sus casas y vuestra herencia, no hagan caer el sueño de aquellos que han creído en el porvenir de un país bello y próspero”.
El pontífice suspendió al comienzo de la pandemia, a fines de febrero, todos sus viajes previstos durante el resto del año. También las audiencias en el Vaticano con los jefes de Estado y de gobierno.
Fuentte: Vaticano, corresponsal Clarin