
No soy geógrafa, pero sé la ubicación de mi provincia, ni soy climatóloga, pero como sanjuanina conozco de su clima. Por ello puedo decir que la ciudad San Juan está ubicada en un valle regado por un solo río que depende de la nieve que cae en la cordillera, es prácticamente un desierto que el hombre ha transformado en un sitio de producción diversa, mediante un estratégico sistema de riego que se remontan a épocas aborígenes, luego fue la arbolada para poder superar el clima riguroso del verano.
Como vivo en el valle de Tulum reconozco las características de cada estación: tenemos inviernos crudos, pero cuando sale el sol, el mismo calienta lindo como para sentarse a la orilla de un canal o en un banco a comer una mandarina o tomar mate, luego, una primavera ventosa pero con el gusto de ver brotar los árboles y florecer las plantas, tanto a la jarilla y el retamo o las plantas de jardines como malvones, geranios y crisantemos.
Al fin, el verano con el sol a pleno, todos lo conocemos, sus altas temperaturas, que no bajan ni de noche, hay que utilizar los aires acondicionados, ventiladores, algún abanico de palma o un chapuzón en el canal, pileta o ducha, es la única forma de poder refrescarse, y la cuarta estación, el otoño, las más hermosa con un sol tibio, para caminar tranquilo, lento y sin apuro, ver el cambiante color de las hojas de los árboles hasta llegar a ese dorado que nos brinda la mejor vista para disfrutarla y ver la cortina de hojas de álamos, bello.
Muchas de estas costumbres estacionales de los sanjuaninos las tenemos internalizadas como conductas naturales, sin que nadie nos tenga que decir o explicar algo, como que en verano en la tarde cuando debemos caminar, por ejemplo de norte a sur o al revés, siempre lo debemos hacer por la vereda oeste que es donde está la sombra que dan la viviendas y cuando debemos hacer de oeste a este buscamos la sombra de una árbol o un toldo.
Ahora cuento mi experiencia, me había prometido no caminar por la peatonal Rivadavia, porque no tengo la protección de la sombra de los árboles. Tuve que hacerlo por un trámite, el lunes 21 de enero, creí que no podría llegar, total deshidratación en dos cuadras y al quererme sentar no podía en los asientos de cemento, no podía caminar segura porque las baldosas para no videntes algunas estaban sueltas y otras rotas, y lo que me llamó la atención fueron las tasas de los árboles realizadas con piedritas que calientan más el ambiente, cuando deberían ser de pasto o plantitas y la falta del diseño de una fuente de agua que el sanjuanino necesita ver, es una necesidad de su naturaleza por el clima.
Sanjuaninos, disculpen mi comentario, posiblemente ustedes no estén de acuerdo, pero mi dificultad o problema es que no estudié arquitectura o diseño urbano y por eso no puedo comprender el diseño de la peatonal Rivadavia. Sólo habla mi experiencia sanjuanina.
Como tampoco comprendo la necesidad de la tala de árboles que se está produciendo en distintos departamentos, que por décadas han protegido al caminante o laburante para descansar en su sombra y ahora solo desolación.
Por María Teresa Forradellas Lic. en Turismo
