Nunca en la historia de las convenciones políticas internacionales una niña de tan sólo 16 años se enfrentó con duros reproches a los líderes mundiales y nada menos que por el incumplimiento de las promesas para luchar contra el cambio climático. Greta Thunberg, la activista sueca eludió el convencionalismo diplomático de las Naciones Unidas y directamente expresó el malestar de las nuevas generaciones por el planeta que van a heredar.

En un año la chica ha conseguido movilizar en todo el mundo a miles de jóvenes en su cruzada climática y en septiembre pasado se enfrentó a unos 200 jefes de Estado en la ONU con la advertencia de que "mi mensaje es que los estaremos vigilando". Dijo que no debería estar allí sino de vuelta a la escuela, pero lo hacía porque la gente está sufriendo o se está muriendo.

"Por más de 30 años, la ciencia ha sido clarísima. ¿Cómo se atreven a seguir mirando hacia otro lado y venir aquí diciendo que están haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones necesarias aún no están a la vista?", reprochó a todos, entre ellos Donald Trump y Jair Bolsonaro, dos depredadores del hábitat que se niegan a reconocerlo.

Tras concluir la semana pasada en Madrid la cumbre del clima más larga de la historia y con más dudas que certezas, Greta Thunberg retornó a Estocolmo luego de cuatro meses y medio de viaje por el mundo y en ese tiempo evitó utilizar transportes contaminantes como el avión. No le fue fácil la gira y menos cruzar lentamente el Atlántico en un velero con cero emisiones, facilitado por un deportista. Pero fue predicar con el ejemplo.

Era de esperar que la chica convertida en un fenómeno mundial ocupara la portada de la revista "Time", un lugar reservado para personalidades influyentes a nivel global, caso del papa Francisco en su momento. La publicación destaca que Greta a pesar de no ser una científica ni una política, ni tener acceso a sectores de influencia, ha reunido el valor para decir la verdad al poder, lo que le ha valido ser un ícono para una generación.

Greta Thunberg ha mostrado la hipocresía de la clase dirigente que se desmorona con los hechos, ante un colapso planetario a punto de ser irreversible. Clama por una gestión ambiental sostenible y las responsabilidades que tenemos frente a la naturaleza, particularmente ante las generaciones futuras.

Por eso urge el cambio del comportamiento individual, colectivo, económico y político.