Un caos distinto al del tránsito se instaló a las 13:14 en las calles de la Ciudad de México, como consecuencia del terremoto que provocó gritos de desesperación en el Distrito Federal (DF) y otras ciudades del centro del país, como Puebla.
"Apaguen sus cigarros, ¡hay fugas!", alertó un grupo de jóvenes a los aturdidos transeúntes que caminaban por la tradicional avenida Insurgentes, según reportó el periodista Arturo Cano, del diario La Jornada.
"¡Necesitamos agua para los rescatistas!", clamaron otros. Muchos dejaron ahí sus botellas de agua a medio beber para calmar la sed de los que comenzaban a remover algunos de los edificios de la cuidad, que cayeron por decenas, en busca de víctimas. La suspensión de los servicios del Metrobus transformó a avenidas emblemáticas, como Insurgentes y Cuauhtémoc, en corredores peatonales.
Escenas de pánico y gestos solidarios convivieron entre la azorada población mexicana, donde el recuerdo del reciente terremoto en Oaxaca y el legendario de 1985, del que justamente ayer se cumplieron 32 años, estaban presentes.
Muchos de estos transeúntes, movidos por la desesperación ante los gritos en pedido de ayuda, no esperaron la llegada de servicios de emergencia y se lanzaron al rescate de personas atrapadas bajo los escombros.
En la colonia Roma, una de las más afectadas en 1985, se repitieron aunque en menor escala las escenas de aquel año, reportó La Jornada. "Son como diez los edificios que cayeron aquí en la Roma", dijo una vecina. "Pero aquí es donde está peor", dijo, al señalar un montón de escombros donde estuvo un edificio en la esquina de Medellín y San Luis Potosí.
Decenas de personas se treparon a los escombros y comenzaron a retirarlos. Pronto les ofrecieron los servicios de palas mecánicas que trabajaban en las calles cercanas, producto de la fiebre inmobiliaria en Roma.
A las dos horas del sismo, pasadas las tres de la tarde, llegaron más policías, algunos bomberos y soldados. Entonces, a los gritos, comenzaron a intentar ordenar el caos y establecer un protocolo de trabajo para los rescatistas, con la consiguiente reacción adversa de muchos de ellos.
"Lo sentí muy fuerte, estábamos en el piso siete y el edificio se movió demasiado", explicó la oficinista Ivonne Solís, quien no pudo salir del inmueble hasta que terminó el temblor. La joven, todavía asustada, reflejaba el sentir general de los 20 millones de habitantes del área metropolitana de la Ciudad de México, una de las metrópolis más pobladas del mundo. Variadas actividades, como las clases en escuelas, la de la Bolsa de Comercio y los partidos de octavos de final de la Liga MX, fueron suspendidas.
¿Suave?
En el momento del temblor la gente se lanzó a las calles, mientras los edificios y el suelo se movían por completo. "Pensé que iba a ser pasajero y muy suave, se empezaron a mover las edificaciones y salimos todos porque pensábamos en verdad que se iba a caer", contó Jonathan Barbosa.
