En nuestra nota anterior nos referimos, a la ausencia de relación entre los argumentos que exhiben los abortistas de hoy y la historia, recordando que todo nació con el comunismo cuando se invitaba a las mujeres a abandonar su vida familiar para luchar por la construcción del comunismo, la revolución y la dictadura del proletariado. Suponían que era un fin superior.
Esa finalidad no está presente en nuestros días ni hay alguna otra utopía que la haya sustituido con igual o mayor valor. En realidad, las mujeres que hoy reniegan de la maternidad lo hacen más bien con la finalidad lúdica de poder practicar el sexo a gusto y sin consecuencias. También anotamos lo absurdo de un país con gran extensión territorial y vacío de pobladores que se ponga a divagar sobre la disminución de la natalidad cuando poblar sigue siendo una necesidad objetiva. Que se sepa, no está pendiente otra gran corriente inmigratoria como la de finales del siglo XIX y principios del XX que pudiera cubrir nuestros abundantes paisajes vacíos.
Pero analicemos otro problema serio que ya está presente pero que va a adquirir mayor magnitud hacia adelante: la desproporción entre la población mayor de 65 años, que seguirá creciendo hacia 2050 y la disminución de la población activa o potencialmente activa, que es la que deberá afrontar la subsistencia de los ancianos.
Para 2050 el lote de jubilados llegaría a 10,5 millones de personas.
Hay dos fenómenos que se dan de manera simultánea, mientras que crece la esperanza de vida como resultado de avances de la ciencia médica, en nuestro país ha venido decreciendo la natalidad. Para 2015 las proyecciones indican que la edad promedio de fallecimiento pasará de los 76 años actuales a los 82 mientras que, en sentido contrario, el promedio de nacimientos por mujer bajará de los actuales 2,4 hijos a 1,9.
Esto provocará un envejecimiento drástico de la población que, para 2050 incrementará el lote de jubilados a 10,5 millones de personas desde los 4,74 millones en 2015. Aclaremos que, para 2030 habrá una circunstancial mejora presupuestaria por el agotamiento natural de la llamada”jubilación del ama de casa ” o “moratoria”, que no se prevé perdure para siempre y que, tal como su nombre lo indica, se diseñó para subsanar un problema del pasado y no para que subsista a futuro. Así, para ese año, el déficit del sistema bajaría del 2,31% actual a aproximadamente 1,67%, pero en adelante, ese desequilibrio monetario volvería a crecer hasta llegar en 2050 a una cifra peor que la de ahora, hasta el 2,88% del PBI. Y esta vez no por razones circunstanciales sino por causas demográficas permanentes. Las consecuencias de esto son previsibles si no hacemos nada.
El total del déficit presupuestario del Estado no tendrá esa única causa, pero será sin dudas la más importante e imposible de corregir con las variables que hoy se manejan. Una forma está siendo ensayada por el gobierno, ocuparse de regularizar el trabajo en negro de un alto porcentaje de activos que permanecen sin contribuir a la Anses. Pero no nos engañemos, de regularizarse la totalidad de los trabajadores y suponiendo que se crearan muchas más fuentes de trabajo, los números seguirían sin cerrar en equilibrio y apenas se notaría una leve corrección. Para dejar los dos platos de la balanza, el gasto con la recaudación, se deberían dar simultáneamente varias cosas, las ya dichas más el incremento sustancial de la Población Económicamente Activa, es decir, la de jóvenes que pusieran sus brazos y mentes para sostener a la numerosa población envejecida y con deseos de seguir viviendo con calidad. Son tareas de fondo, estratégicas, que no deben ser tomadas con liviandad porque no tomar a tiempo los remedios garantizará problemas crónicos de inflación, deuda e inestabilidad política y social. Hay un indicador que mide la relación entre la población mayor a 65 años y la de 20 a 64 años. Esa relación era, en 1950, del 7%, en el 2000 ya había crecido al 18% y la proyección al 2050 según van las cosas empeorará nada menos que al 34%, es decir, casi al doble de la relación actual. Volvemos al principio, crecimiento de la esperanza de vida por un lado y decrecimiento de la natalidad por otro son los brazos de una morsa que aprieta por los dos lados. Tomando otros números, se prevé que la recaudación de la Anses crezca del 5,1% en 2015 a 5,7% del PBI en 2050 pero que en ese mismo período los egresos pasen del 7,4% del PBI en 2015 a 7,1% en 2030 (como ya dijimos una pequeña reducción) para retomar velocidad de crecimiento hasta el 8,7% en 2050. Una visión muy optimista espera que los aportantes lleguen a 13 millones en 2050 con un crecimiento anual por encima del aumento de la población y con un escenario ideal de fuerte aumento también de la población ocupada. Este panorama ideal debería completarse conque los salarios participaran del 50% del reparto de la riqueza con una desocupación abierta moderada del 7%. Aun así, suponiendo además fuertes incrementos de productividad, no alcanzaría. Naturalmente esto tiende a agravarse con políticas que muestran a la infertilidad como una bondad a perseguir.
En un ejercicio de imaginación podemos pensar que habrá robots que sustituyan los brazos humanos, pero los robots no cobran salarios ni aportan a sistema alguno. Más allá de otras consideraciones que no vienen al caso, en ese sentido conducen políticas de aliento a uniones entre personas del mismo sexo que por definición son estériles y la propaganda sobre eliminación de seres humanos con el aborto. Es como cortar los árboles y no reemplazarlos con brotes nuevos. Fuera entonces de argumentos morales o religiosos que también son válidos, esas políticas demográficas son disfuncionales a nuestra necesidad como país. Hay suficiente lugar y pan para más y será un problema serio que haya menos.